La peste
(Artículo publicado el jueves, 18 de enero, en diarios del grupo EPI PRESS)
La peste plaga y
la peste hedor. Y La peste, serie que
se puede ver en #0 de Movistar. Qué gran serie, qué peste más buena la de La peste. Recomiendo a quien lea este
pieza que vea La peste de noche,
porque de día habría exceso de luz ambiente, y ese derroche acabaría comiéndose
la luz que sale de la pantalla porque el equipo de La peste se planta en el siglo XVI, y allí, hay que recordarlo, no
había luz eléctrica. Sofoca ese tenebrismo, esa luz de Caravaggio, sofocan esos rostros dorados por las velas, sofoca una
Sevilla que parece bella en los planos generales, con su río y sus naves
varadas, con la línea del cielo donde resalta la torre de la Giralda, pero que
cuando el plano se acorta y baja al suelo, retrata el pozo inmundo donde se desarrolla
la vida, dura si eres pobre. Barro, ratas, bubones, cadáveres, harapos, hambre,
miseria, putas, corrupción, la religión como tormento y terror, la opulencia de
los ricos, las sedas y carruajes, la buena comida, contrastes que se beben en
la pantalla a sorbitos –¿sólo yo he tenido problemas para entender bien los
diálogos?-.
La historia se
articula en torno a Mateo –brillante Pablo
Molinero- que para escapar de las garras del Santo Oficio, lo persigue por
ateo, ha de resolver una serie de crímenes en una Sevilla que es el centro del
mundo pero ya advierte su patética decadencia. Paco León, Paco Tous, el
joven Sergio Castellanos, o Manolo Solo completan un reparto que
parece haber crecido en aquella ciudad tan terrible como hermosa, todos
dirigidos por Alberto Rodríguez. ¿No
hay mujeres aquí? La peste retrata el
lugar que ocupaba la mujer en aquellos siglos, puta, calladita, invisible, o
dócil esposa. Muy aconsejable.
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