Un 902
(Artículo publicado el sábado, 14 de diciembre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
Me dirijo a usted temblando como un pajarillo, por si se harta de
un servidor y le da por liármela parda. Por ejemplo, cortándome la luz, o
enviándome un recibo del copón, por error, pero que mientras sí, mientras no,
usted, querida, se lava las manos. A veces, en mi casa, en mi pueblo, sigue
yéndose la luz. Perdón, ya sé que es por nuestro bien, y que siempre, siempre,
están arreglando a mejor las cañerías. Pero a veces, reconozco que por
impaciencia desmedida, que tampoco pasa nada por no enviar el artículo a su
hora o que las cuatro cosas que tenga en la nevera se vayan a la mierda, va uno
y llama a su querida Endesa, eso sí, sin molestar mucho. Y resulta que el
número al que hay que llamar para preguntar o, vale, protestar un poquito, es
un 902.
Querida compañía. Si hay avería o error por su culpa y uno necesita
hablar con usted, me cobran la llamada. Ay, qué pilla. No se le escapa una
oportunidad de negocio. El otro día contaba un amigo que Iberdrola le cambió la
domiciliación bancaria, teniendo que llamar varias veces para solucionar su
error, temiendo que le cortaran el suministro. Después de visitas al banco y
pérdida de tiempo, en su recibo de teléfono le aparecen 5 euros de más. Por
llamar a un 902, el de su querida compañía. Ambos, y seguro que miles de
lectores, entienden que entre pitos y flautas sacar sueldos como el del querido
consejero Josemari Aznar, que se
lleva al año 200.000, es arduo. Así que, queridas eléctricas, olvídense de lo
dicho. No faciliten un número normal. Sigan con el 902. Tacita a tacita… Y
perdón, ¿eh? ¿De la tele?, si no se va la luz, hablaremos otro día.
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