Las
entrevistas
(Artículo publicado el amrtes, 24 de diciembre, en periódicos de Editorial Prensa Ibérica)
La semana pasada –no da tiempo a llevar al pelo estrenos,
noticias, y novedades en la tele- tuvieron lugar dos entrevistas de contenido y
forma no sólo distintas sino distantes y opuestas. Una se celebró en Antena 3
en esos especiales nocturnos dedicados al dios morbo que se han puesto tan de
moda, siendo protagonistas Nacho Abad
en el papel de preguntador y José Ortega
Cano, el matarife, en el papel de respondedor. El encuentro en las alturas
de la madrugada se anunció, como todo lo que nace del mundo del suceso manejado
por el señor Abad, como exclusiva. Y así fue. Era la primera entrevista que
concedía el peligroso conductor cartagenero después de saberse que el juez lo
condenó a dos años y pico de cárcel. Pero el encuentro fue un fiasco
periodístico, una farsa, una afrenta a la audiencia. El tono baboso y
complaciente invitaba al insulto. O sea, al estilo servil –para que Ortega
lloriqueara sobre su fe y su dios- de Hermida
con el Rey.
La otra entrevista tuvo lugar en La Sexta, en El intermedio, entre El Gran Wyoming y Zapatero, que sigue de bolos para vender su libro. Sin la
pretendida solemnidad de la que echó mano el guarrillo busca mierdas de Antena
3, una careta para justificar el rollo sobre la inocencia del invitado –sólo me
mojé los labios con coca cola, creo que dijo el viudo de Rocío Jurado, ese jeta de firmes convicciones católicas-, el
encuentro entre el humorista y el político no fue a cara de perro –no era el
objetivo-, pero tampoco fue una insufrible lamida de nalgas. Fue un encuentro
cómplice, eso sí, como era de esperar y no se ocultó, dando como resultado
momentos de gran altura televisiva. Nacho, aprende.
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