Qué
putada
(Artículo publicado el martes, 3 de diciembre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
Han tenido que salir a calzón quitado a desmentir ¿el bulo? Como
sabrán, porque la tele echa pus y más decibelios que de costumbre, estos días
salen de la cárcel quinquis de diverso pelaje. Unos entraron para pagar deudas
como terroristas, con muertos a sus espaldas. Otros, para pagar deudas como
criminales, con muertas o violadas, y a veces las dos cosas, a sus espaldas. De
los primeros se ocupan las tertulias políticas, con sus correspondientes
bandos, es decir, los que apelan al cumplimiento sin matices de las leyes,
aunque la derogación de la Parot ponga en la calle a indeseables, y los que
berrean lo contrario. De los segundos, de los quinquis sanguinarios que
violaron o mataron a mayores o chiquillos, se ocupan los carroñeros que
fortalecen la audiencia de damas tan finas como Ana Rosa o Susana.
La semana pasada salió a la calle Miquel Ricart, único condenado por el triple crimen que se llevó
por delante a tres niñas en Alcásser. Aquel crimen, en noviembre de 1992,
conmovió a un país hasta que dos meses después se halló el cadáver de las
criaturas. La televisión fue un festival de cuervos en busca de carne podrida
que picoteaban en las heridas, cayera quien cayera. Nieves Herrero, que entonces hacía en Antena 3 De tú a tú, cubrió de mierda el periodismo usando el dolor como
espectáculo nauseabundo. Hoy, temiendo que la publicidad vuelva a huir, el
emporio de Vasile ha dicho que ningún
programa suyo dará “minutos de gloria a un asesino tan repudiado”. No lo creo.
Quizá no le paguen –para no volver a las andadas-, pero lo rondan. Qué putada
no poder hincarle el diente entero. En exclusiva. Con dinero. En nombre del
periodismo.
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