Las
razones del otro
(Artículo publicado el domingo, 15 de diciembre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)
Ha actuado de mala fe, ha sido mala persona, me siento dolido y traicionado. Habla Josep Pedrerol, que seguro que usted conoce si lo sigue en Punto pelota, quizá el único buque que flotaba en el turbio y oscuro mar de Intereconomía, que sigue cayéndose a jirones cada semana un poco más, y ya sin desconsuelo de su audiencia, que al ver el desastre ha huido al refugio seguro de 13tv, y además con bendiciones clericales, es decir, de las buenas, con control de calidad, no las que manda el charcutero de la videncia Sandro Rey, un árbol caído que apenas sirve para parodiarlo de cualquier modo. Quien, según el presentador del programa deportivo actuó de mala fue el Paolo Vasile del chiringuito mediático de extremo cachondeo, Julio Ariza. El tipo le debe seis meses, pero aún le quedan fuerzas y mañas de empresario cutre, de mafioso de la amistad, para despedirlo aduciendo que Pedrerol ha incumplido con reiteración su contrato porque se saltaba los tiempos de publicidad como le salía del punto pelota. Eso es aplicar con convicción la reforma laboral del gran visionario Rajoy, que aunque no ha dado el paso definitivo está en ello, es decir, lograr que los trabajadores curremos cobrando lo mínimo para no caer al suelo desmayados, que entonces ya no serviríamos ni para mantener a tanto chorizo. A Pedrerol muerto por expulsado, aunque convertido en un Cid de la pantalla –en estos días ha pasado como invitado por 13tv, por algunas radios, y charló con Buenafuente En el aire de La Sexta-, Carlos García Hirschfeld puesto pero hundido. El Punto pelota con el nuevo –pobre Carlos, le deseo lo mejor, le decía Josep, si cobra se puede sentir contento- es un fracaso de audiencia. Al pobre hombre, dueño de productora -¿queda alguien en España que no tenga una productora?- le han llovido sapos, escupitajos y malas bendiciones. Vamos, las velas negras de toda la vida, las de la bruja Lola.
Un momento de la visita de Josep Pedrerol a En el aire, el programa nocturno de Andréu Buenafuente en La Sexta. |
Pagar las facturas
¿A qué viene tanto detalle para un programa de deportes que ni fue ni es plato que me coma? ¿A qué viene contar las minucias de una historia que podría resumirse en un parpadeo, algo así como despido de un presentador y contrato de otro en su lugar? ¿A qué viene extrañarse de los tejemanejes de un bluf como Intereconomía, de la que, como decía Andréu en su entrevista con Pedrerol, qué podría esperarse de una cadena así? Pues viene a cuento de Carlos, el de apellido casi tan extravagante como el de la señora Schlichting, doña Cristina, asidua de tertulias como integrante del ala derecha. Carlos García Hirschfeld es un borroso personaje televisivo cuya obra cumbre, por ahora, es Impacto TV, un programa basura que emitió Antena 3 de 1996 a 1999, y que seguro recuerdan porque iba de caídas, resbalones, incendios, niños tocapelotas, accidentes, e imágenes de sucesos montadas con perversa música descacharrante que convertía la muerte del piloto del helicóptero precipitado al vacío en una divertidísima anécdota, despojada de la realidad al descontextualizarla. Luego hizo otras cosas, pero de menos “impacto”. Y se perdió. Hasta que el gran Julio Ariza, el encantador de perros, yo creo que canes desesperados, lo llamó con cuatro horas de antelación para sustituir a Josep Pedrerol. Y el hombre, corajudo, dijo sí. He dicho que le ha caído el cielo encima, que si esquirol, que si pardillo, que si inocente, que si lo van a engañar. ¿Qué tiene que pasar para que un hombre, en su sano juicio, diga sí a una empresa tan descolocada, a la deriva, desconchándose a ojos vista y sin pudor, una piltrafa que ya ni sirve a la ideología por cuya defensa nació y montó noches de altísimo espectáculo, dentro del género del estrambote? Necesidad. Ganar algo de dinero. Sacar a la familia adelante. El propio Carlos lo ha explicado. Llevo años, dice el presentador en su blog, que no cobro un sueldo, tengo tres hijos, y las paso canutas con mi empresa para llegar a fin de mes.
Del hábito al tanga
El razonamiento es impecable. ¿Qué haría usted? Dice más. Dice Carlos que prefiere que desconocidos lo llamen hijo de puta a que su mujer e hijos le digan que es tonto del culo por rechazar el trabajo. Yo creo que haría lo mismo. Claro que como nos está oyendo la ex concejala del vídeo del dedo erótico, la barbie piscinas, la de Los Yébenes, la enemiga de Jorge Javier, y ahora de todo un poco Olvido Hormigos, quiere dejar claro que ella no se ha puesto en bolas en la portada de una revista por necesidad del mendicante, qué horterada, sino porque le sale del merengue. Vale, le perdona el cura Apeles dibujando en el aire la cruz antes de volver a la vida gracias a su resurrección en Supervivientes. O sea, lo que se dice arrumbar el hábito para ponerse el tanga. ¿No recuerdan al Apeles éste? Sí, tuvo su gloria en la época de los primeros friquis, codeándose con lo más selecto de ese universo, ya fuese Leonardo Dantés, Tamara, el delirante Paco Porras, aquel que creó su personaje con una ramita de perejil, las tetas ignorantes de Yola Berrocal, o el culo fofo de Boris Izaguirre, antes de la liposucción de su panceta. Una época de gloria televisiva que creó Javier Sardá, hoy también en franco declive aunque con el beicon de su costado protegido por lo que ganó en Crónicas marcianas, que los amamantó a todos. El cura Apeles, un ejemplar empleado de la factoría católica, que por defender las ideas de su club fue mal mirado por sus jefes, estaba en el cielo de la fama y cayó al infierno del olvido, incluso fue de plató en plató, por supuesto sin salir de Telecinco, mendigando no un plato de lentejas –esta casta religiosa lo tiene asegurado in aeternum pagado por todos, creyentes o ateos- sino un poquito de atención, de vuelta a la fama, que es durísimo el olvido catódico. Lo de Apeles y lo de Hirschfeld es una vuelta al mismo ruedo, y cada uno con sus razones. Por más que lo intento, las del fantoche con alzacuellos me traen sin cuidado. Las de Carlos me conmueven más. ¿Y a usted?
La guinda
El intérprete
En
mi pueblo, como en todas partes, en momentos de gravedad como un velatorio o un
funeral, siempre puede surgir la situación delirante que no encaja con el
momento. Esta semana está claro que, a pesar de Ana Botella, que ha subido al estrado de la revista Time por su
“relaxing cup”, el personaje que dio la vuelta al mundo es Thamsanga Jantjie, el intérprete de
signos en el funeral de Nelson Mandela.
Qué grande el tipo.
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