Gélido
objetivo
Estos son los
datos, suyas son las conclusiones. Así se despedía Ana Pastor el domingo por la noche, cuando La Sexta estrenaba El objetivo. Y uno las fue sacando. No
hay otro programa parecido en la tele nacional. Periodismo de datos, insistía
la presentadora. Y decía más. Periodismo sin ideología. Y más. Sin tertulianos.
En la primera entrega se chequearon tres asuntos, la transparencia, la bajada
de impuestos de Aznar, y los ERE de
Andalucía. Para cerrar cada tema, un chisme –a mí me estorba- dirime si el
político–se analizaron asuntos políticos- dijo la verdad, la dijo a medias, o
mintió como un bellaco. En medio, datos, cifras, expertos, más datos, y una
velocidad agotadora, casi confusa por profusa sin tiempo para asimilar,
inflexible y pétrea. Por cierto, los políticos, así, en general, mienten más
que respiran.
Dicho lo
anterior, El objetivo es un buen
programa. Raro como un ratón azul. En las teles nacionales te montan la romería
de los tertulianos que hacen todo lo contrario. Sin apenas datos, te atiborran
de opinión. El objetivo de Ana Pastor
es un magnífico programa, pero sin concesiones. Salvo detalles sin apenas
importancia que se irán corrigiendo, el minutado está controlado al segundo. El
plató es luminoso, Ana está correcta, distante y casi fría como las estrellas
de Neruda. Quizá por eso, al
terminar acaba uno con una sensación tirando a gélida. Quizá por estar grabado
–se nota mucho-, por ser el primero, por convertir la carencia de opinión en
corsé obsesivo, quizá por todo eso resulte amanerado, rígido, frío. O quizá
porque como espectadores se nos trata como si fuéramos inteligentes. A ver si
es eso. Y otra cosa. El equipo, excelente.
Ana Pastor en el plató de El objetivo la noche del estreno en La Sexta |
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