Federico y Andy
y Lucas
En el año 1976,
en una tarde de sol y fuego, el Cinco a las cinco, un día como hoy, miles de
personas nos acercamos a Fuente Vaqueros en romería cívica y con una rara
sensación que mezclaba sentimientos. El de estar usando la jovencísima y aún
maltrecha libertad con descaro y con espíritu juvenil de provocación a un
régimen que daba sus boqueadas con ramalazos y estertores de muerto peligroso,
que lo mismo se hacía el dormido y parecía que todo había terminado, que se
revolvía en la cama y te apretaba la muñeca hasta cortarte la respiración. Era
el primer homenaje popular consentido que se hacía en su pueblo a Federico García Lorca. Yo estuve allí.
Y con el tiempo se ha convertido en uno de esos momentos que tu recuerdo, tu
corazón, tu razón, convierten en míticos.
En la plaza del
pueblo, la gente, muchas personas, miles de personas llegadas de todas partes,
nos arrimamos en torno a la figura del poeta como el que se calienta buscando
el cuerpo del otro, como el que entiende a la primera por qué ocurría aquello,
un acto simple cargado de vehemente belleza y combate político. Era como si el
pueblo pudiera al fin llorar el crimen cometido y callado, oculto en las
tinieblas de una España de miseria moral y revancha que parecía eterna. Frente
a un despojado escenario, apenas una tarima sobre el gentío, una foto enorme de
Federico. Suficiente. Unos cuantos micrófonos sobre aquel altillo iban
acogiendo las voces de gente muy respetada de la cultura venida para sumarse a
aquella celebración entre lágrimas, aplausos, sensación de victoria, y logro
colectivo.
La dramática voz
y el gesto hermoso de Nuria Espert,
la hondura combativa de Aurora Bautista
llenaron la tarde del eco de Federico, que parecía asomarse sobre los tejados,
sonreír como un niño, y perderse de la mano con alguien de su gusto a las
choperas cercanas. Una grabación con la
voz de Rafael Alberti hizo temblar a
los presentes, que parecíamos subir unas escaleras que sólo podían acabar en
algo semejante al delirio colectivo. Blas
de Otero, José Agustín Goytisolo,
con su pañuelo rojo al cuello, y granadinos como José García Ladrón de Guevara, completaron un programa que se quedó
cascabeleando en alguna parte de aquellos corazones tan jovencitos y tan
ilusionados porque parecía que este país despertaba a la cultura, a la razón,
al entendimiento, al respeto y admiración por seres capaces de escribir cosas
tan bellas, emocionantes, radicales, y adivinatorias como Poeta en Nueva York, cumbre del talento humano, retrato de la
podredumbre y al tiempo de la esperanza.
De aquella
tarde, tal día como hoy, el Cinco a las cinco, 115 del nacimiento del poeta,
han pasado 36 años. Hoy sigue siendo un día grande en Fuente Vaqueros. Para
festejar aquel nacimiento se organiza durante una semana una semana cultural.
Estupendo. Hay muchas actividades. De todo tipo. Finas, elegantes, deportivas, lecturas
poéticas, homenajes, cine, el sindiós. Y un concierto. La otra mañana lo
anunció la radio. No te lo pierdas, venía a decir la promoción, Andy y Lucas en Fuente Vaqueros, en el
homenaje a García Lorca. El zumo de naranja que acababa de hacerme no llegó a
la boca. Me quedé idiotizado. ¿Andy y Lucas en el homenaje a García Lorca?
Enseguida lo tuve claro. Si Federico levantara la cabeza sólo podría hacer una cosa.
Echar unos bailes, reírse, y elegir a uno de estos ceporros para revolcarse con
él a la vera de las acequias.
Cartel del pueblo en 1976, orgulloso de haber parido al poeta |
Por la mañana, en el patio del Hospital Real de Granada, tuvo lugar otro homenaje más íntimo. Aquí, José Agustín Goytisolo. |
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