La polla
mecánica
(Artista invitado, Juan Llompart)
Te follo con monedas, se leía en el cartel de la
máquina colocada en un lugar apartado de la calle. Si hablo es porque lo he
probado. No me gusta que me cuenten historias que pueden ser verdaderas o
falsas. Esa tarde no había mucha cola, así que me decidí. El artilugio parecía
uno de los fotomatones que se ven en las estaciones de viajeros. Si la polla
mecánica estaba ocupada, tenías que esperar varios minutos para usarla porque
después del servicio se bloqueaban las puertas iniciando un meticuloso proceso
de ventilación y limpieza casi hospitalaria. Una vez dentro, estaba garantizada
la higiene, la comodidad y el confort, la más estricta intimidad. El cubículo
se cerraba como un castillo inexpugnable. En una pantalla de cristal líquido aparecía
el menú. Podías seleccionar la intensidad de la luz, la música, el ambiente de
playa o montaña, de selvática maleza o de sofocante desierto, momento en que
las paredes de aquella clausura digital proyectaban bellísimas imágenes que
acompañarían tu descarga hasta el último gemido. La última selección era el
color, forma y tamaño del manubrio que enseguida aparecería en el centro de la
cápsula automatizada, en la pared frontal, a modo de retablo que se abría a una
altura cómoda adaptada a tus necesidades, culo, coño, o boca. Perfecto. Todo
estaba listo. Apreté el último botón, y se abrió la sagrada hornacina. Y
entonces sonó aquella voz inesperada.
-Mamá, qué haces aquí. ¿No te da vergüenza?
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La cabina, de Juan Lompart. |
JUAN LLOMPART
Palma de
Mallorca
Diseñador
industrial de formación y pintamonas por vocación.
Ilustrador,
fotógrafo en los ratos libres, pluggin de Photoshop y aprendiz de viajero.
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