Baile
de estrellados
(Artículo publicado el domingo, 3 de junio, en diarios del grupo EPI PRESS)
Perdonen que no
me mueva mucho, pero es que tengo el lomo hecho fosfato molido. Lo de ser famoso, famosillo, popular,
conocido, y otros matices de lo mismo conlleva riesgos que el común, el
populacho, ese al que entretenemos y en nombre del que casi siempre se hacen
las mayores tropelías, no se entera porque sólo ve lo que quiere ver o, lo que
es peor, lo que quieren que vea. Que si la última ordinariez de la ordinaria y
atroz Carmen Gaona –absurda entre
absurdas, chabacana entre chabacanas- en el plató de Supervivientes, que si el populismo exacerbado del presidente
cántabro Miguel Ángel Revilla,
esclavo de sí mismo y de su fama indeclinable, y por eso no le hace ascos a
nada, ni a él mismo, ni a La Sexta Noche
con Iñaki López y la política ni a ¡Viva la vida! y Toñi Moreno con, bueno, con lo que haga Toñi Moreno los domingos en
la empresa de Emma García, condenada
desde hace un porrón de años a coger el pene inalámbrico de Mujeres y hombres y no soltarlo ni para
ir a hacer un pis, ay, qué cosita da verla así, envejeciendo sin poder soltar
ese duro sexo con el que se gana la vida. La vida del famoso, del famosillo,
del conocido, o de una pringada que se hace llamar Soy una pringada, es
durísima. Lo de esta chica es alucinante en sí mismo, y en sí misma, un chorreo
de orín caído del cielo excretado por cualquier ángel negro. Detrás de ese Soy
una pringada está la ciudadana Esty
Quesada, que al llamarse pringada y tal y tal sabe que sube puntos porque
el calificativo de pringada, que a uno le saldría de forma natural para
llamarla, ya está cogido por ella misma. Lista que es la chica, demostrando que
los caminos hacia la fama son muy duros. Pues bien, la tal, que no podría
formar parte de Bailando con las
estrellas –por sus inabarcables arrobas- que es de lo que trata la pieza de
hoy, o sí, porque a nadie sano se le hubiera ocurrido contar con Falete para Mira quién salta –a la piscina- y se contó con él revelándose como
la morsa ideal para echar unas risas, la tal, digo, no baila con las estrellas
en La 1, aunque sí ha subido al cielo de Flooxer, plataforma digital de
Atresmesdia, con una historia dirigida por ella, te cagas.
¿Amelia
Bono?
Si Paquita Salas, historia de Javier Ambrosi y Javier Calvo, fue una revelación en esa misma plataforma, un
producto de alta concentración de talento mostrado en sus dos temporadas, Looser, lo de Esty Quesada, es una puta
mierda. Soy una pringada será una reinona de Youtube, con seguidores hasta en
el tanga, pero como directora y creadora de historias, si tu ego te lo permite,
te queda mucho que aprender, bonita, y sí, seguirás así, pringada y haciéndote
la mártir, pero de transgresora, provocadora, que es tu meta, tu aspiración, lo
justito, encanto. Ay, estas “youtuber” de aluvión se creen que la fama es hacer
el chota, pintarse labios negros, hacer como que se ríen de su gordura para
escupir al mundo su rabia y sus complejos, y salir indemnes, pero no, la fama
es otra cosa. Lo dijo a su manera una concursante de Factor X, Carmen, antes
de salir a escena, “he estado cagando, vomitando, y orando a dios para que
me quite esta fatiga”. Pues eso, he visto el primer capítulo de Looser, la historia de Soy una pringada,
con producción nada menos que de Globomedia, y casi le hablo a dios de tú,
además de vomitar y cagarme la pata abajo, pero no tengo necesidad de más. Se
acabó. Para estrelladas, las de la pista auténtica. Me voy con Roberto Leal y su colega Rocío Muñoz, a la que visten como una
pava con plumas negras hasta el filo de las tetas, a ver qué pasa ahí. Pero
nada más ver en la web lo que dura la entrega de Bailando con las estrellas me vengo abajo y me falta el aire. ¿Quién
puede estar más de dos horas y media ante la pantalla para ver un programa tan
antiguo, tan casposo, tan revisto? Ni siquiera el morbillo de ver los mal
llevados tocinos de David Bustamante
restregándose con Yana Olina, su
pareja de baile, justifica el atracón. Tampoco comprobar que sí pasan los años
por la divina fea, la asimétrica Rossy
de Palma, tomándose en serio el curro o, lo que es peor, mirar al vacío
para no soltar la pota, o cagarse viva, mientras escucha con devota
indiferencia las reflexiones de hueca solemnidad del jurado. Ya saben, eso de
“el esfuerzo tiene su recompensa”, o “si trabajas, tendrás la satisfacción de
sentirte útil”. Pues ni siquiera por ver a otro resucitado de entre los zombis
del programa como jurado, el bailarín Joaquín
Cortés, merece perder la madrugada ante oferta tan tontita. Lo único que
parece digno de atención es el olfato de los productores para hacer la lista de
aprendices de bailarín. El Hombre de Negro, –ex de El hormiguero-, Pelayo Díaz,
Gemma Mengual, Manu Sánchez, Fernando
Guillén, Manu Sánchez, o Amelia Bono. Perdón ¿He escrito Amelia
Bono? ¿Quién es Amelia Bono?
Rajoy, cadáver
Es una vergüenza.
Esta señora sólo es hija del socialista José
Bono y esposa del hijo de Raphael.
Qué bochorno. Esta bailarina sí que es para quemar la pista y dar vueltas de
campana. Es, como decía un trabajador de TVE ante la insostenible situación de
la casa, un ejemplo de que, aunque no sea el caso, manipulación también es
corrupción. Estas pequeñas corrupciones se hacen indigestas, nocivas. ¿Amelia
Bono? ¿Quién coño es Amelia Bono? Pero para baile y bailongos, el del “Soy
español” del inefable españolista José
Manuel Soto, que ha encontrado su sitio en el mundo de la patria como
negocio. El menda dice en ese vídeo que es don Juan, don Quijote, y hasta
torero de pacotilla. Y por si faltara alguien en la orgía, otros españoles y
mucho españoles, el torerito Fran Rivera
y el cantamañanas Carlos Herrera. El
inspiradísimo patriota de postal dedica su cachonda canción a “los pobres
desgraciados que odian España”. Cuánto tonto anda suelto en la pista de baile
enfangado en la que muchos han convertido a su España. Por cierto, hay que ir
dejando sitio en Bailando con las
estrellas, que el cadáver Rajoy
pide paso. Como presidente fue nefasto, pero como bailarín no tiene precio.
La guinda
La
gran dama
La 2 reaccionó el
martes como se espera de una tele pública, homenajeando en el día de su último
adiós, con los ojales de su vestido llenitos de jazmines, a la gran dama de la
canción, a María Dolores Pradera,
que deja un rastro del perfume de la elegancia, la fina ironía, un legado de
canciones de un clasicismo siempre vivo, moderno. Repitió un programa ya
emitido. Da igual. El corazón siempre agradece escuchar su voz.