Las
caras de Chicote
(Artículo publicado el domingo, 17 de junio, en diarios del grupo EPI PRESS)
El cocinero Alberto Chicote es muy fácil de imitar,
para quien sepa imitar, claro. Quizá de fábrica ya saliera poniendo gestos,
haciendo aspavientos, abriendo los ojos como las brótolas, enseñoreando sus
mejillas gordas como las vacas enseñan las ubres, mirando así, como pone sus
ojos espantados Roberto Brasero, el
del tiempo de Antena 3, otro que tiene una imitación asegurada como cada pueblo
tiene la excusa de su virgen para irse de romería. Que Chicote es imitable no
admite dudas, y de hecho Berto Romero,
hasta ahora –desconozco si el gran Raúl
Pérez ha hecho suyo al cocinero- su único gran imitador, lo ha retratado
con sabia fidelidad tirando del personaje como un personaje de chirigota,
exagerado, destacando sus camisolas de verbena y payasos, sus espantos, sus
caras de muñeca gruñona. Pero también es verdad que si vas a un restaurante
asturiano y te das cuenta de que la fabada que sirve, insisto, la fabada, es de
bote, es como para, tal como dice el chef, alucinar pepinillos. Hay un momento,
que pueden ser varios, que se repite en cada entrega de Pesadilla en la cocina –se emite su sexta temporada-, y es un
momento cumbre, estelar, estructural, dogmático, esperado, glorioso. Es cuando,
harto de escuchar a la dueña del restaurante culpar a los demás del fracaso del
negocio pero la señora se toca la flor a tres manos, Chicote sale por la puerta
de atrás de la cocina, que sí, que siempre hay una puerta de atrás, la cámara
lo sigue, y así, como un astado joven que sale de los toriles y aprendió a
embestir en el campo, cabecea, resopla, casi babea, y trata de explicar el
sindiós que hay dentro, que sólo puede ser nauseabundo en la parte higiénica,
incomestible en el arte del fogón, e insostenible en las relaciones de los
jefes con el personal, que puede ser dócil y manejable o asilvestrado y guerrero.
La imagen de Chicote en esa escena crucial de estampida ante la anarquía en la
cocina es peculiar porque sale distorsionado al ser una toma en picado, es
decir, el cámara es más alto que él, de modo que la imagen de testuz de becerro
es marca del programa. Es ahí donde Chicote ha fabricado la diferencia.
Alucino
pepinillos
En el fondo,
todos llevamos un Chicote dentro. Unos con más registro de caras, otros con las
justas para ir tirando. Mariano Rajoy
el fenecido es de los de amplio registro, pero ya no nos vale, y además no hay
que importunar a los jubilados que se ganaron su pensión para ver como señores
el Mundial, feliz como una perdiz. Aznar
es de pocos gestos, sabiendo que el Resucitado con uno solo va sobrado, que los
dioses no necesitan de muchos trucos para acojonar, perdonar, redimir,
condenar, someter, advertir, enviar el batallón que originará el Apocalipsis si
no está él, y por eso sin mover el labio lo mismo te bisbisea un “estoy aquí
para salvaros de nuevo” que un “os lo advertí, así que ahora os veis como os
veis, derrotados, acobardados y rodeados por los rompedores de Esssspaña”. Huy,
qué miedito Aznar, ponga la cara que ponga. O sea, la de siempre. ¿Y nuestro
flamante presidente? Pedro Sánchez es
otro de restringida expresión. Con una, va que chuta. La de Mister Profindén es
la moneda que abre todas las puertas. Indagar en su sonrisa, que es el meollo del
potorro del presidente, es concluir que tiene dos matices, con la boca abierta,
enseñando sus gongorinos dientes de perlas blancas, y cerrada, con sus, también
gongorinos, labios de grana fina. Y ahí está todo resumido. Incluso lo que quede
por venir de su gestión. La pena es que no haya un Chicote que asista al
Consejo de Gobierno, y de vez en cuando salga por la puerta de atrás seguido
por la cámara, se siente en cualquier bordillo, se ponga las manos en la
cabeza, resople como un morlaco, se abra la camisa estampada como si a Agatha Ruiz de la Prada se le hubiera
ido la pinza con los colores, y nos resuma la situación en dos palabras de
peso, alucino pepinillos.
Vis
a vis real
Otro a quien no
podemos ver más gesto que el que tiene es a Kiko Matamoros, que ha regresado triunfal a su origen, a Sálvame, como un Aznar borracho de venganza. El gran divo, como las grandes
superestrellas, pasó por el quirófano para darse el típico tironcillo, pero
como a todas ellas, al final le puso al cirujano el acelerador en la mano y fue
un no parar aplanando los campos de Marte de su cara. Y así se quedó,
espantando y total, efervescente y alucinado, matamoros y vivalavirgen, dispuesto
a dar espectáculo sangriento como, atención, Defensor de la audiencia. Hay que
tener un sentido del humor a la altura del despiporre de La fábrica de la tele
para meterse esos términos en el cuajo. Claro que no olvidemos que puesto tan
descacharrante en programa de tanto esputo ya lo ocupó María Teresa Campos. No digo más. Aun así, a pesar de la dificultad
del ganso para poner diversos gestos, consigue a veces dibujar en la planicie
estirada de su jeta caras de asco y dolor, de asombro y altivo desprecio. Hasta
Belén Esteban, que tiene la
totalidad de los gestos de cualquier ordinaria de manual, se vino abajo con un
comentario de Matamoros al tiempo que creó otra nueva mueca, impactada por el
veneno del colega. Más que registro de gestos, abanico de caras, despliegue de
caretas, el señor Mario Vaquerizo es
la mueca de la impostura y el fingimiento por excelencia. Pura farsa. Alucino
en las brumas de la tiniebla con su vuelta a MTV con el teatrillo irreal de Alaska y Mario, y van cinco temporadas,
cinco años de brillantes chuminadas de esta pareja S.A. industrial. ¿Y cómo es la cara del duque empalmado en la
actualidad? La esposa de Iñaki Urdagarín
aprendió desde la cuna a no mostrar en público sus sentimientos, de ahí que Cristina de Borbón sale de casa con la
foto de su rostro elegida para el día, y es la misma llueve, truene, o haga
sol. El duque aprendió hieratismo a su paso por los juzgados, carrera que le
llevará a la cárcel en horas. ¿Se imaginan las caras del desfogue matrimonial
en su vis a vis real? Ahí todos somos un poco Chicote.
La guinda
Tronistas
Tirando de
ironía y de mensajito a Mediaset se despedía en directo el jueves Javier Ruiz del clausurado Las mañanas de Cuatro, programa de
actualidad política que ha venido emitiendo la casa durante doce años. Las
naciones prosperan o decaen con su prensa, dijo Javier –¿pensando en Vasile?-.
Y después, “mañana, a la misma hora, Mujeres
y hombres y viceversa”. Frente al periodismo, los tronistas de Emma García.
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