La culpa
(Artículo publicado el juves, 20 de julio, en diarios de EPI PRESS)
De algo estoy
convencido. Ni Chiqui Fernández ni Juanjo Cucalón tienen la culpa. Ni el
que ilumina a fogonazo limpio tiene la culpa. Ni el que se encarga de que los
pésimos y aburridísimos y antiquísimos diálogos se oigan tiene la culpa. Ni la
que maquilla con brocha gorda a los actores y actrices tiene la culpa. Ni la
que lleva a rajatabla el plan de rodaje tiene la culpa. Ni siquiera el taxista
que lleva al personal de casa al plató tiene la culpa. Es más, la productora
Brutal Media no tiene ni repajolera culpa. Ni siquiera el que le da al botón
para que suenen las risas de lata, más falsas que un político en campaña, tiene
la culpa. No la tienen ni los guionistas Alberto
López y Pablo Fajardo, y eso que
puestos a señalar con el dedo flamígero de la perplejidad y el despiporre, la
pareja de escribidores ha creado un cóctel que si te revienta en la cara te
llena de grasa y caspa con una virulencia del veinte.
Llegados a este
punto de no retorno, Jordi Vives y Ricardo Álvarez, que dirigen el sahumerio
tampoco son culpables de nada, y eso que rubrican el sin igual estrambote, a
deshoras del tiempo, de lo que se espera de una serie de bien entrado el siglo
XXI y en la televisión pública. Es en esa casa donde alguien, se supone que en
su sano juicio, dijo sí a la grabación de una cosa llamada La pelu. Si un simple espectador se dio cuenta del desastre a los
dos minutos, no entiende que el gerifalte al leer el primer guión no se lo
tirara a los pies al que se lo llevó al despacho mientras soltaba sapos por el
gaznate por el atrevimiento. La 1 ha decidido esconder la emisión a horario de
cuarto oscuro. Hay que buscar al culpable de haberle dado luz verde a este
bochorno. Y que pague su culpa.
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