Andreíta
(Artículo publicado el domingo, 23 de julio, en diarios de EPI PRESS)
Aquí me tienen,
hablando de lo que me importa un escupitajo de borracho seminal en un puticlub
de carretera, hablando de una joven de la que medio país lleva hablando sin
haberla visto entera, aunque su madre, que ahora pide prudencia para su nena,
lleva 18 años dándole al pico. Hablo, como saben porque estarán hasta las
amígdalas, de Andrea Janeiro Esteban,
que el jueves cumplió 18. Ya tenemos a otra choni absurda dando pingos por los
mercados más pestilentes de la casquería barata. A partir de ahora los píxeles
que ocultaban su cara para cumplir la legalidad no hay que ponerlos, es decir,
que ya podemos ver la verdadera dimensión de lo que fue el polvo entre la
cajera de barrio Belén Esteban y el
torero Jesús Janeiro, un gañán picha
loca que las preñaba a pijo bravo entre corrida y corrida.
Tiene cojones
que Sálvame, uno de los estercoleros
más brillantes de la tele, que se nutre de material de desecho, que fomenta los
peores valores para convivir con respeto y educación, que hace del ataque y
derribo del otro su razón de ser, que convierte el dolor ajeno en espectáculo,
que se ceba como un perro de presa en el más débil, se ponga un ratito
estupendo, fino, exquisito y equidistante, y abra el micro a la madre de la
criatura para pedir prudencia con Andreíta y se “la deje ser una niña”. Por si
el esperpento fuera escaso y el cinismo un valor en alza, ahí está el director
de la zahúrda, Raúl Prieto,
asegurando no sólo que no sentarán a la chavala en el plató sino que no sacarán
imágenes de ella en el programa, “y eso que Belén no nos ha pedido nada”. Oh,
por favor, casi lloro. Emocionante, casi tanto como “Andrea, cómete el pollo,
coño”.
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