Friquilandia
(Artículo publicado el domingo, 16 de julio, en diarios de EPI PRESS)
Los de First dates, en Cuatro, tienen que estar
hasta la hipotenusa de la glotis –no se me pongan tiquismiquis por si la
glotis, incluso la epiglotis, no tiene hipotenusa, que tengo que llegar al
final de la columna como sea-, pues eso, que igual que yo tengo que llegar al
final de la columna como sea, los de First
dates tienen que rellenar cada día la hora larga del programa de citas y
estarán hartitos, y tendrán que echar mano de lo que haya en el mercado. Y el
mercado, como sabemos, está muy mal. Por eso cada día no sólo cuelan entre las
posibles parejas a unos pájaros que sólo verlos sabemos que buscan el amor en
la tele como yo la absolución de mis pecados viendo al monseñor de turno en la
misa del domingo de La 2. A Carlos
Sobera le da igual, esa es la verdad. Lo mismo se pone intenso, es decir,
con ceja y ojos de pillo, presentando este juego de enamoraditos de chirigota
en Cuatro que intenso presentando The
wall, no La pared, no, qué va, sino
The wall, donde dos equipos luchan
por conseguir una pasta.
Los de First dates son unos cachondos y tiran
de lo que tienen a mano. Y por tanto, en muchas ocasiones, es decir, a diario,
como formando parte del paisaje, se les va la mano porque lo que llevan al
“restaurante más romántico de la televisión” como algún cursi alucinado llama
al plató donde se graba el programa de entretenimiento, es casquería, son
parejas de flipados, gente con gana de echar un rato ante las cámaras, divinos
que se toman en serio y piensan que salir en First dates es comenzar como un cohete su carrera como
celebridades, de quinta, todo hay que decirlo. O sea que según colijo en cuanto
veo al personal que sacan lo tengo claro. First
dates es más cada día friquilandia.
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