Sin perdón
(Artículo publicado el sábado, 27 de mayo, en diarios de EPI PRESS)
Helicópteros,
drones, motos de rugido salvaje, playas maravillosas, barcas fuera borda,
cielos de un azul que arrebata, Barbate, bello, elegante, blanco, drogas,
ruina, pobreza, chamarilelos de la marihuana, paro, una monja en cuya juventud,
o así, se quedó con un preñado importante, y nada menos que con el francés, un
guapo que es hoy un capo del narcotráfico rodeado de guardaespaldas, pistolas, y
putas que vive frente al mar en una mansión que te cagas. Así es, a lo basto, Perdóname, Señor, los miércoles en
Telecinco. La cosa va de tráfico de drogas, droga que llega de Marruecos en
pateras de lujo, y que recogen en la playa, mientras la gente honrada toma el
sol, cuatro pringados, carne de trullo al servicio de un pez gordo al que la
poli ni huele o no sabe o no quiere hincarle el diente. O sea, lo de siempre. Perdóname, Señor se puede ver. O se
puede no ver para no perder el tiempo en algo que ya has visto como cien veces.
¿Ha visto El niño, la peli de Daniel Monzón? Pues eso. ¿Ha visto El príncipe, la serie de éxito que emitió la misma cadena? Pues
eso. Está hasta el niño, o sea, Jesús
Castro, que a pesar del tiempo transcurrido y de haber hecho otros
trabajos, el puñetero es tan mal actor como el primer día. Sólo permanecen
intactos sus faros guía, sus labios de jugo de seda y sus ojos de cristal azul.
Y está Stany Coppet, que hizo de
traficante en El príncipe y ahora
repite personaje, que ignora que es el padre del hijo de la monja. Un culebrón
que poco a poco irá tomando intensidad con el trasfondo de la droga, diluyendo
conforme avance la trama. Por cierto, la monja es Paz Vega, que, lo digo así, bajito, no hace el papel de su vida. Si
yo fuera el Señor ese, no sabría perdonarlos.
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