Ya ves,
aquí, sufriendo
(Artículo publicado el domingo, 30 de abril, en diarios de EPI PRESS)
Quien no haya recibido una
foto del primo, hermano, sobrino, vecino, colega, tía, amiga lejana o amiga
cercana, o compañera de estudios en la que vemos al allegado tumbado en la
playa, al borde de la piscina, o sentado en la mesa de un restaurante dejando claro
que esa cerveza, esa copa de vino, esas cigalas o esa fritura de pescado es
para el menda lerenda, es que vive en otra galaxia. La imagen, siempre, sin
fallar, como la cereza que corona la tarta, va acompañada del mantra, “ya ves,
aquí, sufriendo”. O sea, tócate la flor, que tú estás currando, o sin un
céntimo, y yo, mira, como un marajá, despatarrado, en camiseta y chanclas, y
poniéndome ciego de buena comida. Le suena, ¿verdad? Pues a pesar de haber
perdido fuelle, aún hay gente que usa la idea como sinónimo de lo más. Todo lo
que en nuestro país tiene que ver con la comida sigue despertando algún
interés, incluso cuando deja de tener que ver con la comida y tiene que ver con
otras cosas. A veces no importa tanto comer como fotografiar la comida o el
descanso. Si el “ya ves, aquí,
sufriendo”, lo aplico a la pantalla, la cosa cambia. Veamos. Puede ser que
sufras de verdad, que sufras lo que no está escrito –ni pagado-, o que lo digas
como lo dice tu prima, tu cuñado, tu amiga, o tu vecino, con doble sentido, o
sea, que de sufrir, nada. La otra noche vi y escuché lo siguiente. Voy a darlo
todo, a demostrar las ganas que tengo, a hacer un platazo. Con estas ideas se
van presentando los concursantes de Top Chef,
que ya va por su quinta edición, aunque también podrían ser los de MasterChef en La 1. ¿Ensaladilla con
cefalópodos? No me jodas. Mira, Montoro,
la ensaladilla lleva calamares porque me lo dices, dice el jurado Paco Roncero. En Italia, en Francia, o
en la Conchinchina, nuestros concursantes podrían concursar en cualquier sitio,
suelta con su escasa naturalidad Alberto
Chicote, cuya forma de hablar nunca sé si es el de un cínico, la de un
autómata, un tímido, o la de un señor muy, pero que muy cabreado.
Qué mal rollo
Lo anterior son frases
sueltas dichas por unos y por otros. Un galimatías en el montaje que da a Top Chef el efecto buscado, lío,
tensión, drama, competitividad desmesurada, un poquito de surrealismo, y un
poquito de “reality” a lo Telecinco. ¿Cefalópodos en el coco de Chicote? No me
jodas. Veo lo que puedo aguantar a los concursantes de Top Chef, que no sé si
cocinan o están para tirarse los cuchillos a la cara, a la cabeza o al puto hígado.
Se miran como los vaqueros del viejo oeste en las películas de serie b. A ver
quién dispara antes. Hay una tal Rakel,
así, con k, que es una bruja con delantal. Claro que la tal Melissa –granaína malafollá- esconde en
su corazón una nevera de mala leche. Qué tensión. Qué desagradable. No soy fan
de este tipo de programas. Me han cansado. Todos. Lo que me faltaba es pasar un
mal rato. Y se pasa. ¿No van a cocinar? Pues que cocinen, leche, como pedía
Chicote, inflando los mofletes como un pez globo. Voces, malos modos,
agresividad, mala hostia, bandos. Y por si faltara algo, cada vez que Chicote prueba
algún plato, la escena no es un plato de buen gusto. ¿Cefalópodos en su
gaznate? Algo parecido noto alguna que otra tarde cuando, por accidente,
insisto, por accidente, he llegado a la puerta y he bajado al local de Gym Tony, que Cuatro ha vuelto a
recuperar para mejor herir, maltratar, humillar y denigrar a la ficción patria.
No sé si usted ha visto alguna vez semejante infamia. Sólo se puede decir, pero
en sentido literal, “ya ves, aquí, sufriendo”. Las situaciones son de una
grosería rampante, de una comicidad grasienta, de un estilo que hace años se
superó en nuestra tele. Ver al cuadro de actores exagerar el gesto, vociferar
porque sí, caricaturizar a los personajes, pero a todos, sin excepción, es una
experiencia dolorosa. Para salir corriendo y no mirar atrás por si te topas con
los guionistas o con Esperanza Aguirre
dimitiendo otra vez, y van tres, o arrepentida, y llorosa, como sólo ella sabe
llorar para descojonarse de nuevo de los que se la creen, anunciando su regreso
inminente.
Bragas fashion
Por si no hubiera bastante
con Gym Tony, Cuatro emite antes Dani&Flo, uno de esos castigos que
se echan a la audiencia sin contemplaciones, como si una mano sádica moviera el
hilo en la distancia y disfrutara viendo cómo huyen los espectadores cada día
un poco más y cómo la cadena hunde su hora vespertina en unos datos
irrelevantes. Ver a Dani Martínez y
a Florentino Fernández defendiendo
sus puestos de trabajo sin rechistar, haciendo lo que les mandan, aunque sea
humillante irrumpir en el plató de Sálvame,
que está al lado del de ellos, y dejar que Paz
Padilla, sin medida, sin control, sardesca, bruta y mal educada, le dé
cucharaditas de yogur a un Martínez hecho un Juan Lanas, un mentecato, un
pánfilo, es patético, como todo Dani&flo.
En el fondo, estoy seguro, son ellos los que de verdad de la buena, en sus corazones,
sienten que sí, que están ahí sufriendo. Ellos no son la famosa Rebe –Rebeca Jiménez de Plasencia- la hortera
gitana que consiguió fama en Los Gipsy
Kings apareciendo en el mercadillo donde sus padres venden “bragas fashion
a 3 euros” como si fuera la Kim
Kardashian española, un desenfreno visual, una extravagancia tronchante, y
ni siquiera son Los Chunguitos, tan tristes y conmovedores que hacen la morsa
con tal de seguir en el candelabro. Mariano
Rajoy también es capaz de todo con tal de tocar las pelotas al personal.
Desde el otro lado del charco, o desde Cuenca, el tipo está crecido, no cercado
por la corrupción, como creen algunos. Y por eso, y con chulesca altanería,
asegura que ganará las próximas elecciones, cuando las haya. Así será. Hablando
de presuntuoso y patético ahí está Javier
Cárdenas ocupando un lugar destacado. ¿Vieron la visita de Dani El Rojo a Hora punta? Recibido como una estrella el ex delincuente, atracador
de bancos, dijo que “maté a una persona, pero ahora está prescrito”. Cárdenas
arrastró de nuevo a la televisión pública por un fango que no merece. Y sí,
viéndolo, quien lo vea, sólo puede decir, “ya ves, aquí, sufriendo”. Pero en
sentido literal. Qué tormento.
La guinda
Milagro
Lo digo como de broma, pero no, detrás
hay un drama enorme que sigue ahí a pesar de que para Rajoy y su clan, la crisis y sus efectos es cosa del pasado. El
viernes, un señor amenazaba tirarse desde el balcón si se ejecutaba el
desahucio previsto. Fue Ana Rosa
Quintana la que, hablando con él por teléfono, con imágenes en directo,
evitó que se lanzara al aire. Y consiguió que el desalojo se atrasara un mes. La
España del milagrito.
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