Fritanga
(Artículo publicado el jueves, 26 de junio, en diarios de EPI PRESS)
Conforme se
emiten capítulos de Chiringuito de Pepe
el hedor es más insoportable, y eso que el primero hasta me pareció un bebedizo
que no hacía daño, que se dejaba ver, y que las caras, llamemos raras, que
ponía Jesús Bonilla, el Pepe de la
historia, sólo eran las del primer día, que luego se atemperarían, pasarían el
cedazo de la rutina, y veríamos caras, gestos, y una actuación normalizada. Ja.
Lo que vemos ahora es la actuación de un tipo enajenado, que actúa con el culo,
sí, repito, con el culo, no porque me salga la vena chabacana y zafia que tan
bien conjuga con Telecinco sino porque este señor no podría hacer los gestos
que hace si no es apretando el culo. Qué horror de hombre, qué dolor de actor.
Es plano como un suelo de hormigón pulido. No es que exagere muecas que parecen
las de un mal cómico, es que resulta de un patetismo doloroso.
La serie no sólo
no ha mejorado, aunque sin afectar a la audiencia, que parece no tener en
cuenta estas minucias, sino que se ha despeñado por una rampa que sólo conduce
a un pozo repleto de lugares comunes y actuaciones facilonas conducidas por un
guión que ni se molesta en parecer lo contrario. Le quitas lo que de moderno
haya en el plano, el vestuario, el uso del teléfono móvil, lo macarra de
algunos grabados en la piel, alguna palabra de ahora, y Chiringuito de Pepe es tan cutre, arcaico y facilón como la forma
de actuar del mentado Bonilla, ignoro si porque el hombre se ha empeñado en
hacerlo así o porque el director le pide de rodillas que no se salga lo más
mínimo de aquel ramplón, rudo y simple camarero que hizo en Los Serrano. Ahora veo las caras que
pone y todo me huele a fritanga, a escuela de actores trasnochada, a chistoso
antiguo.
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