¿Por
qué me gusta MasterChef?
(Artículo publicado el domingo, 29 de julio, en diarios de EPI PRESS)
La semana pasada se dio el primer
abandono del programa sin que el jurado pusiera al concursante de patitas en la
calle dejando antes el mandil colgado en la percha. Se fue el concursante por
voluntad propia. Se fue Gonzalo, un
soberbio aspirante, de lágrima fácil, que no llevaba bien que el chuleta Jordi Cruz, el cocinero molón, el chef
con cara de chiquillo, lo llamara, para tocarle su humor, Gonzalito. El tal
Gonzalito tampoco es de los que aguantan bien una crítica, y cuando los
cocineros del jurado no alaban sus platos a la altura del concepto que él tiene
de los mismos, va murmurando por ahí, entre dientes, por no tirarse a la
diatriba de taberna. Total, que Gonzalo, harto de correcciones y de burlas
solapadas, colgó el mandil, o sea, lo peor para un aspirante de los que vemos
en Masterchef, como si el torero,
antes de que el público lo abronque por plasta y poco garboso, se cortara la
coleta. Es su orgullo quien lo ha echado, decían los compañeros que ahora se
disputan la final. Pepe Rodríguez,
el cocinero que para probar los platos abre la boca como si llegara de pasar un
hambre bíblica, le afeó su huida porque, de saber esa espantada, jamás lo
hubieran seleccionado porque más de 9.000 aspirantes se quedaron a las puertas
del concurso. ¿Por qué me gusta MasterChef?
Entre otras cosas por el trato que la productora hace de ese material, paralelo
a los fogones, que tiene que ver más con lo personal, con las relaciones entre
concursantes, que con sus capacidades culinarias. Y el trato es exquisito. La
cosa personal aquí no es lo primero. Las relaciones entre concursantes,
tampoco. Para Telecinco, un desperdicio. Con el rédito que sacaría la cadena a
las murmuraciones, a las envidias, a las miradas aviesas.
El jurado del concurso de La 1. Esta temporada están más naturales, menos sobreactuados, sobre todo Pepe Rodríguez. |
¿Ganará
Emil?
El programa de cocineros es un buen
ejemplo de televisión pública. Combina, y muy bien, entretenimiento con servicio
al ciudadano. Hace una gran labor fomentando la comida sana, elaborada, el uso
responsable de los productos, y en sus dos ediciones es seguro que a miles de
chiquillos les haya metido el gusanillo de entrar en la cocina, para algo más
que abrir la nevera, mientras mamá o papá trajinan. En dos horas se pueden
hacer muchas cosas, y MasterChef lo consigue con un montaje a ritmo picado.
Aunque pudiera parecer lo contrario, el tiempo vuela viendo el programa. Los
cocineros que forman el jurado, que además de los mentados cuenta con Samantha Vallejo-Nájera, están en esta
temporada menos envarados, más frescos y naturales, como esa gamba roja que se
vio esta semana en los mostradores de “nuestro proveedor de alimentos”, que es
la forma de hacer publicidad en La 1, donde no se puede hacer, a El Corte
inglés. Otro de los aciertos de MasterChef
es la salida a escenarios naturales para grabar alguna prueba del programa.
Esta semana, con la excusa de los dulces de convento, se fueron a Pedraza,
donde las mujeres del pueblo, además de valorar las madalenas, mantecados,
huesos de santo, trufas o torrijas, le soltaron a Jordi Cruz en la cara que era
el novio de Eva González, la
presentadora, la parte que peor llevo, pero sé que no hay explicación lógica
más allá de mis manías como espectador. A estas alturas, cuando apenas quedan
unas entregas, y la batalla se libra entre seis concursantes, parece muy claro
que el que tiene más posibilidades de no quitarse el mandil es Emil, el de la comida picante. Esta
semana, según Pepe Rodríguez, elaboró el mejor plato que se ha hecho en
MasterChef. Aún así, nunca se sabe. La tensión está asegurada en cada emisión,
que combina fino humor, sorpresas, pícaros comentarios, y una impecable puesta
en escena subrayada por una banda sonora que enfatiza, sin exceso de almíbares,
las situaciones. Me encantó la despedida de los cocineros Dani García y Diego Guerrero
–dos estrellas Michelín cada uno-, invitados al programa, con la banda sonora
de Amarcord.
Este tipo, Emil, tan serio y circunspecto, apunta maneras y tiene mano. Se le comoce por su amor a las especias picantes. Y por su poquito de soberbia. |
TVE
es una gallina
Estoy escribiendo tan alegre las
bondades de MasterChef, mi disfrute
como espectador, y lo hago con el culo apretado pensando en Cristóbal Ricardo Montoro, uno de los
ministros más indecentes del Gobierno. Con este tipo nunca se sabe. Si ve que
sacas la cabeza un poco, aunque sea disfrutando como espectador, es capaz de
cortártela, o hacer que pagues por derrochar tanta dicha. Ya ha demostrado su
desvergüenza y su entrega como fiel lacayo del poder económico con su
truculenta reforma fiscal por la que, de nuevo, el gran capital y las fortunas gordas
cotizarán menos que un empleado. Pero no es suficiente. Si al empleado lo echan
y le dan su justa indemnización, y por un momento se siente protegido, se le
rebajan los humos y esa cantidad tiene que declararla y cotizar por ella. ¿Se
puede ser más malo, tener más mala leche? Luego te montan tres Telediarios, te
venden otra moto, y a seguir. Lo malo, lo peor, es que están amparados por el
ciudadano, que les da carta blanca. De no ser así, de no creer que sus actos
tan nefandos no tienen consecuencias, jamás actuarían como lo hacen. En el
colmo de la desfachatez, hay altos cargos del PP que no se cortan al pedir un
cambio en la dirección de RTVE porque con la actual “no podemos ir a las
elecciones”, dice un miembro del Gobierno –El País, 21 de junio-. Son voraces
en todo. En laminar derechos, en cercenar libertades, en programar un escenario
de borregos agradecidos por el mero hecho de tener un trabajo, son unos
rufianes insaciables, unos manipuladores natos, pero nada les sacia porque
comprueban elección tras elección que aún no han alcanzado el límite, que la
cuerda se puede tensar más, y por eso apenas disimulan. TVE es una gallina, hay
que ir a por todas, hay que hacer de ella un TeleMadrid como dios manda. El
Gobierno y el PP quieren que seamos putas, apaleadas, y que paguemos la cama. Así
que, como dice Eva González al final de MasterChef,
ya saben lo que tienen que hacer. Ponerle sabor a la vida. Que cada cual elija
cómo. Pero que no se entere Montoro.
La guinda
Por sus hijos ma-tan
Otra
vuelta al pescuezo de los programas de realidad manipulada. El último, cómo no,
en Telecinco, reina indiscutible del estercolero, maestra en abrillantar la
caca. Emma García, de nuevo, al
frente de un programa perverso. Se llama Ex,
¿qué harías por tus hijos?, y en él, por ganar 100.000 euros para los niños,
10 parejas se juntan otra vez y luchan contra el resto. Será un éxito. El morbo
es un valor seguro.
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