10
años de AR
(Artículo publicado el sábado, 5 de julio, en diarios de EPI PRESS)
No me gusta Ana Rosa Quintana. Y no sé por qué. Manías de espectador, esas
rarezas que tenemos todos a la hora de ponernos delante de la pantalla por las
que, sin razones de peso, te encuentras incómodo cuando tienes delante a éste o
a aquélla. No sé si es por su manera de hablar, de peinarse, o por su forma de
entender y hacer televisión. Seguro que será por lo último. En rechazos y
querencias es difícil saber los porqués. Es verdad que no tolero con mucho
agrado la vertiente macabra que tiene El
programa de Ana Rosa, la apuesta casi enfermiza por regodearse hasta la
repugnancia en los asuntos más turbios, es verdad que me resulta imposible
tragar su apuesta por un reporterismo sórdido que ve destellos de audiencia en
el semen, la sangre, la violencia, el robo y el dolor ajenos.
Y también que
otra pata del programa, la que dedica a la crónica rosa y al chisme, cada vez
más chabacana porque apuestan por personajes salidos de las cloacas de la
cadena, sujetos de una vulgaridad desconcertante, dispuestos a cualquier cosa
con tal de formar parte de la cuadrilla de Telecinco, pues eso, que esta parte
del sumario no sólo no me interesa sino que me aburre tanto que jamás logro
conectar con lo que dicen, quién lo dice, y cómo lo dicen. Aún así, dicho todo
lo anterior, hay que reconocer, y lo hago sin excesivo esfuerzo, que alcanzar
10 temporadas en pantalla, y ser líder, no es porque sí. Detrás hay un equipo
engrasado que conoce muy bien a su audiencia y le ha ido dando lo que espera
cada día, que lo mismo inviten a primera hora al presidente del Gobierno que
luego monten una bacanal con una choni de Supervivientes.
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