Emirates
(Artículo publicado el martes, 27 de mayo, en diarios de EPI PRESS)
Estos días son
raros, es decir, normales, como la vida, que va de aquí para allá, a unos
dándole una cosa y a otros quitándoles otra. Lo mismo se celebra una boda que
unas votaciones, o que una comunión, esa ceremonia de la confusión tan ajena a
la religión, o una final de liga de campeones. El sábado pasado se vivieron
momentos hilarantes en este país. Niños y niñas vestiditos con sus jaiques de
capitanes y princesas, un ensayo de lo que les espera cuando se casen,
correteando con los otros niños por el salón de banquetes una vez que se han
comido su menú infantil, patatas fritas y filete rebozado, y chuches a
cascoporro. Los mayores, dando alaridos para hablar porque al lado hay otro
salón con boda y orquesta de verbena, y frente a todos, una descomunal tele.
El sábado era día de reflexión electoral, ya saben, ese día en que Cañete actúa ante las cámaras paseando en bicicleta, Valenciano pasea como si mirara escaparates, y Willy Meyer hace como que lee un libro. El sábado también fue día de cenas de comunión. Y de fútbol. Mucha gente cenaba y miraba la pantalla. Ni entiendo ni tengo esa pasión por el balón. No soy de ningún partido, incluidos los de la pelota. Pero me fijé que un equipo, el blanco, llevaba estampada en su camiseta esta propaganda, Fly Emirates, es decir, Emiratos Árabes, países de sátrapas, teocráticos, donde la mujer sólo es algo porque tiene vagina. ¿Y qué? Destacar eso es ser un cenizo –felicidades, Mariano, este país te quiere, lo destrozas, pero te quiere, pero ojo, que aún “podemos”-. Lo que cuenta, incluso por encima de las votaciones, es que los blancos han ganado la Décima.
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