Dilo,
hazlo, no pasa nada
(Artículo publicado el domingo, 11 de mayo, en diarios de EPI PRESS)
No es casual que
algunas cosas pasen cuando pasan. Hace un par de semanas pillamos un poquito de
sofoco cuando los informativos y las tertulias, o mejor dicho, algunos
informativos y algunas tertulias, nos entresacaron el cerebro de una tal Mónica Oriol, presidenta del Círculo de
Empresarios, en forma de titular, que enseguida saltó a la fama por su
pestilente contundencia, aquello de que a los jóvenes sin cualificación, “que
no sirven para nada”, habría que bajarles el salario mínimo. La señora Oriol
tiene la lengua muy larga y la decencia cortísima porque la pájara olvidó que
para decir ciertas cosas hay que tener el currículo limpio, y si ella habla de
gente que no sirve para nada, ella era la presidenta de Seguriber, empresa
encargada de la seguridad exterior del Madrid Arena cuando se produjeron las
muertes de cinco jóvenes. Susana Griso,
que cada cierto tiempo nos da una gratísima sorpresa, y lleva meses ganando
puestos en el ranquin de periodistas tocapelotas, invitó a madame Mónica a Espejo público y, ya que Miriam Clegg, esposa del vice primer
ministro británico, Nick Clegg,
española ella, había dicho que los hombres que cuidan a sus hijos tienen “more
cojones”, momento que irrumpió en todos los informativos y tertulias, la
presentó como “una mujer a la que no le importa tocar los cojones”. Con un par.
De ovarios, señora Griso. ¿Es un exceso verbal, para un magacín de mañana, que
su presentadora estrella y no un colaborador hable en esos términos? ¿Es una
degradación del buen gusto? ¿Entiende el espectador este tipo de términos, sabe
encajarlos, y los acepta con naturalidad, interpretando el hecho no como una
cuestión moral sino como un enriquecimiento del mensaje que se quiere emitir?
Yo creo que sí, y que sí porque el “cojones” de Miriam y el cojones de Susana
no son latigazos de vulgaridad sino preciso uso del lenguaje que, no olvidemos,
su primer objetivo es comunicar, y un cojones a tiempo explica y enfatiza la
idea. Pero esto se puede decir hoy sin que nadie, salvo extemporáneas ganas de
atención, coja el rosario y se plante a la puerta del plató a rezar por la boca
impura de la malhablada.
El aguacate de Báñez
Estos hechos
aceptados, asumidos con naturalidad, se producen porque pueden, porque pasan
cuando pueden pasar. Levante-EMV publicaba hace unas fechas una noticia de las
que tienes que leer varias veces porque no acabas de entenderla, quizá porque
lo que pasa es que no quieres entenderla. Decía que alguien, un trabajador, un
inmigrante en la comarca de la Ribera, cobró 65 euros después de 10 días de
trabajo. Ese trabajador, en manos de una empresa de trabajo temporal -¿será de
mala educación llamar a esa mafia mafia, será un exceso decir que son unos
hijos de perra?- dejó de ser un obrero para convertirse en un esclavo. Pero
esto ocurre porque puede ocurrir. La administración, según algunos sindicatos,
está enterada de estos abusos punibles, de esta desvergüenza que nos hunde como
sociedad, pero a la administración, que no es nadie, que no tiene cara, se va
de parranda, mira para otro lado, y se la casca -¿es de mal gusto usar una
palabra tan vulgar para hablar de nuestro entramado estatal?-. Si la
administración no se da por enterada, el problema no existe. Es lo que hace la
delirante Fátima Báñez, y lo que
viene haciendo el Gobierno del que forma parte. Han comprobado que escriben el
día a día al margen de la realidad, que se aprovechan de la desesperanza y el
dolor y el sufrimiento y la vergüenza de ser pobres, y del silencio de mucha
gente, para hablar de acelerón económico, de que somos el país de Europa que
más trabajo crea, es decir, que a la devota católica, que confía en el poder de
sus vírgenes, le importa una mierda que haya millones de familias en donde
todos están en paro y nadie recibe una puta ayuda. Y no pasa nada. A la señora
la sacan de vez en cuando, le plantan un micrófono y una cámara, y no responde
a nada de lo que se le pregunta, pero larga lo que le sale del aguacate –fue Pilar Bardem quien me habló de esa
delicia de fruta tropical como sustituto fino de lo otro, así que ministra tan
inepta e indecente es de las que no dan ninguna explicación porque no le sale
del conejo, que yo soy de pueblo-.
En su puta vida
Esa es otra.
Nuestros asalariados –rey, presidente, ministros, clérigos, alcaldes, jueces,
concejales- creen que pueden jugar con nosotros y darnos de lado sin dar
explicaciones cuando algo les afecta, por supuesto de su labor pública, y
entonces vemos escenas que nos recuerdan a los mortecinos programas rosa con
los reporteros persiguiendo al político. Lo decía Jordi Évole después de haber intentado por todos los medios que el
PP, alguien del partido, hablara en Salvados
de la Ley de Dependencia. Hasta Jorge
Moragas, del gabinete de Mariano
Rajoy, le colgó el teléfono. Estoy harto de que nos ninguneen, dijo luego
Évole. ¿Pero pasa algo? No. Eso está claro. Es el mundo al revés. Es el
político el que decide vender su moto a los medios, pero si los medios deciden
hacer su labor, y preguntan, y repreguntan, e investigan y quieren respuestas
de esos a los que les pagamos su sueldo porque tienen un contrato con el
ciudadano, el político se retuerce, se escabulle, se hace el sordo, y nos
ningunea. Porque puede. Porque no pasa nada. Y ellos lo saben. Sus actos de
desapego y chulería pueden tener unos días de lío en los medios, de vocerío en
las tertulias, pero no graves consecuencias para su futuro. En mi puta vida he
cobrado un sobre, decía en los pasillos del Congreso Soraya Sáez de Santamaría, la vicepresidenta del Gobierno –huy, qué
fuerte, eso es estar cabreada-. A mí me gustó. ¿Saben cómo trató la noticia el
informativo de Matías Prats y Mónica Carrillo? De chiste. Más
pazguatos que una salesiana. La narradora omitió lo de puta diciendo que la
vicepresidenta había dicho que “En mi mmmm vida he cobrado un sobre”. ¿Mmmmm? Así
lo dijo. Y quedaron peor que el presidente madrileño Ignacio González encasquetándole una medalla a Rouco Varela “por su talla intelectual y moral”. Con un par de
mmmm. Ustedes ya me entienden. Y no pasa nada.
La
guinda
Todo sobre Gabo
El
miércoles, Saber y ganar dedicó un
especial a Gabriel García Márquez.
Fue un programa evocador, ameno,
pedagógico, instructivo. Las preguntas giraron en torno a al mago de la
palabra, y por supuesto a su obra, a sus personajes míticos, a su mundo. Sin
variar el esquema, sin alterar el funcionamiento de Jordi Hurtado, el presentador que nos enterrará a todos, Saber y ganar se llenó de un aire que
parecía nuevo.
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