lunes, 26 de mayo de 2014

Maldeojos. Al otro lado



Al otro lado
(Artículo publicado el domingo, 25 de mayo, en diarios de EPI PRESS)


      Podría ser un buen nombre de película o serie, esos nombres que sin saber de qué va la historia te sugieren posibles vías, casi todas con un matiz morboso o inquietante. Algo así como Al otro lado de la vida, Al otro lado de la muerte, Al otro lado del río o, quizá, Al otro lado de la pared. O sea, lo que no ves pero quizá oyes del vecino, lo que no sabes pero imaginas, con lo arriesgado que puede ser hacer caso sin asomo de duda a la imaginación. Hoy, cuando digo al otro lado, me refiero al otro lado de la pared. En concreto del hotel en el que pasé unos días. No era el Ritz, pero tampoco Pensión Loli. Sin embargo, por arte de magia o más bien de mala suerte, me dan una habitación que recoge con desesperante fidelidad no la indiscutible superioridad intelectual de Miguel Arias Cañete, ese fistro duodenarrrr, sino los sonidos de los cuartos que la colindan, incluyendo, como un milagro acústico, la habitación del piso de arriba. Supongo que usted, si vive en un bloque de vecinos, sabrá de qué hablo si tiene la desgracia de vivir al lado de vecinos duros de oído o maleducados o las dos cosas. Pues lo mismo. Sin moverse del sofá de su casa se imagina la escena del desayuno porque escucha por la mañana las vocecillas de los dibujos animados de La abeja Maya, Dora la exploradora  o Bob Esponja en Clan de TVE, y más tarde, quizá, a María Casado en La 1 invitando a que Edurne Uriarte, la gran pensadora de la derecha, explique en palabras que todo el mundo entienda el pensamiento feminista de Cañete, el hombre incomprendido que hará de su escaño en Europa el yogur caducado de tanto como se olvidará de sí mismo en beneficio de los demás, incluidas las mujeres, incluso las barbudas como Conchita Wurst, aparta de mí ese pervertido, se oye resoplar al candidato al otro lado del plató. Lo que quiero decir es que esos días de hotel en Madrid realicé con pasmosa facilidad el retrato de mis convecinos de habitación. No conocía sus caras, pero sabía algo más tremendo, cómo eran sus gustos televisivos, un retrato que puede ser tan certero como una radiografía del estado de tu osamenta.

 
Viendo a este señor vestido de señora recuerda uno lo lejos que queda todo, lo lejos que queda Eurovisión, lo lejos que queda la polémica de su barba de pega -ole sus cojones por hacer de esa reivindicación algo más que una provocación-, lo lejos que quedan las palabras de Cañete sobre su patética superioridad...

Políticos de traje y corbata

      No me diga que sin hablar con su vecino, sin necesidad de hurgar en su intimidad, no sabe que es más de Rajoy que de otro dios terrenal, no me diga que no es mosqueante escuchar al otro lado del tabique no una vez sino todas, como si el botón se hubiera fundido ahí, las apasionantes soflamas de los tertulianos de 13tv, que están estos días hechos unos basiliscos por si no ganan los suyos, y no me diga que apenas puede seguir lo que dicen en La 2 de los leones del Kalahari porque los del C izquierda atruenan con los actores de Sálvame, un programa del que se hablará y se estudiará en el futuro, en palabras de Paolo Vasile, que ha dicho lo que aquí hemos dicho mil veces, que en ese teatro hay un grupo de actores que se dejan comer por sus colegas para mañana nacer de nuevo y ser ellos los que se coman al que comía ayer, eso es verdad, lo que pasa es que a uno hace tiempo que le aburren esos cómicos. Escuchar lo que ve el vecino en la tele al otro lado de la pared es saber del vecino más de lo que el vecino cree. Sabemos de él si es más de izquierdas que de derechas según su cadena preferida, porque un día puedes ver El intermedio por curiosidad, pero si todos los días ves a Wyoming, la cosa está clara. Y el vecino saca sus conclusiones. ¿Qué ocurre cuando es la propia tele, es decir, la cadena, un programa, la que salta el Atlántico y se planta al otro lado del charco? Pues que se puede hacer un Salvados memorable porque Jordi Évole está hablando con el presidente de Uruguay, José Mujica, y como lo estás disfrutando tanto se te va la mano con el volumen y quieres compartirlo con el mundo, así llame a tu casa la policía para que no insultes con semejante afrenta a los políticos de traje y corbata, tan abnegados.

Para las personas de bien creo que está claro por qué esta escena, y lo que dijo su protagonista, José Mújica, que de tan lúcido resulta extravagante, emociona, y lo que pasó en Salvados nos pareció sorprendente.


¿7.000 qué?

      La conversación entre el periodista y el presidente uruguayo corrió por internet como la brisa del mar que se cuela por la ventana después de la calima. ¿Por qué un programa tan simple, es decir, una conversación, puede enganchar tanto a la gente, a la audiencia? Justo por eso, por su simpleza, por la ausencia de añadidos, por el poder que tiene lo auténtico, lo que devoras como se devora un plato exquisito cuyo secreto no es más que un buen aceite de oliva, unos ajos, y unos huevos frescos. Un político, y más en campaña electoral, no tiene límite al inventarse el mundo, y por eso lo ves dándole un bocado a una fruta en el campo o maravillándose de una gamba en una lonja. Teatro. Los bajan a la calle y ellos creen que eso es estar cerca de la gente, como hemos escuchado esta semana a la tropa que nos pide el voto. Pero cuando Mújica te dice, en su silla destartalada de su huerto destartalado, que él vive como la mayoría de uruguayos, tú te lo crees porque lo estás viendo. No, le decía a Jordi Évole, yo no practico la austeridad porque esa palabra está “prostituida por Europa” para machacar al pueblo con reformas, “yo prefiero la sobriedad, y la practico”. En nuestro país tenemos que soportar en debates cansinos y sin vida, donde participan asalariados de los grandes partidos, a un tipo sin escrúpulos como Esteban González Pons, un tipo que dice sin que se le atore la vena de la vergüenza que en España se crean cada día 7.000 puestos de trabajo, delirante locuacidad que ralla el insulto para los millones de personas sin trabajo, pero al otro lado de la dignidad y de la honradez intelectual está José Mújica, que habla de fracaso, de fracaso personal por saber que no va a conseguir lo que quería como gobernante, palabra que aquí ni existe. Viendo y escuchando a un político que habla así se da uno cuenta de la desgracia de tener lo que tenemos a este otro lado de la realidad.


Frente a la foto de arriba, este histrión de la política, un tipo que vive de nosotros y nos cree estúpidos. Algo de razón lleva atendiendo algunos resultados electorales

La guinda
En tó sus muertos
Me cago en tó sus muertos, dijo un desbocado Jesulín de Ubrique en Espejo público para defender a tres colegas, que esta semana fueron revolcados y heridos en la plaza de las Ventas, aquelarre que se suspendió por falta de matarifes. Los muertos eran los de antitaurinos que se burlaban de las cogidas en Twitter. El Niño de las Bragas apeló a sus cojones “porque si los hijos de puta dicen lo que quieren, yo, también”. Dicho queda.   

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