Al
otro lado
(Artículo publicado el domingo, 25 de mayo, en diarios de EPI PRESS)
Podría ser un
buen nombre de película o serie, esos nombres que sin saber de qué va la
historia te sugieren posibles vías, casi todas con un matiz morboso o
inquietante. Algo así como Al otro lado de la vida, Al otro lado de la muerte,
Al otro lado del río o, quizá, Al otro lado de la pared. O sea, lo que no ves
pero quizá oyes del vecino, lo que no sabes pero imaginas, con lo arriesgado
que puede ser hacer caso sin asomo de duda a la imaginación. Hoy, cuando digo
al otro lado, me refiero al otro lado de la pared. En concreto del hotel en el
que pasé unos días. No era el Ritz, pero tampoco Pensión Loli. Sin embargo, por
arte de magia o más bien de mala suerte, me dan una habitación que recoge con
desesperante fidelidad no la indiscutible superioridad intelectual de Miguel Arias Cañete, ese fistro duodenarrrr,
sino los sonidos de los cuartos que la colindan, incluyendo, como un milagro
acústico, la habitación del piso de arriba. Supongo que usted, si vive en un
bloque de vecinos, sabrá de qué hablo si tiene la desgracia de vivir al lado de
vecinos duros de oído o maleducados o las dos cosas. Pues lo mismo. Sin moverse
del sofá de su casa se imagina la escena del desayuno porque escucha por la
mañana las vocecillas de los dibujos animados de La abeja Maya, Dora la
exploradora o Bob Esponja en Clan de
TVE, y más tarde, quizá, a María Casado
en La 1 invitando a que Edurne Uriarte,
la gran pensadora de la derecha, explique en palabras que todo el mundo
entienda el pensamiento feminista de Cañete,
el hombre incomprendido que hará de su escaño en Europa el yogur caducado de
tanto como se olvidará de sí mismo en beneficio de los demás, incluidas las
mujeres, incluso las barbudas como Conchita
Wurst, aparta de mí ese pervertido, se oye resoplar al candidato al otro
lado del plató. Lo que quiero decir es que esos días de hotel en Madrid realicé
con pasmosa facilidad el retrato de mis convecinos de habitación. No conocía
sus caras, pero sabía algo más tremendo, cómo eran sus gustos televisivos, un
retrato que puede ser tan certero como una radiografía del estado de tu
osamenta.
Políticos de traje y corbata
No me diga que
sin hablar con su vecino, sin necesidad de hurgar en su intimidad, no sabe que
es más de Rajoy que de otro dios terrenal,
no me diga que no es mosqueante escuchar al otro lado del tabique no una vez
sino todas, como si el botón se hubiera fundido ahí, las apasionantes soflamas
de los tertulianos de 13tv, que están estos días hechos unos basiliscos por si
no ganan los suyos, y no me diga que apenas puede seguir lo que dicen en La 2
de los leones del Kalahari porque los del C izquierda atruenan con los actores
de Sálvame, un programa del que se
hablará y se estudiará en el futuro, en palabras de Paolo Vasile, que ha dicho lo que aquí hemos dicho mil veces, que
en ese teatro hay un grupo de actores que se dejan comer por sus colegas para
mañana nacer de nuevo y ser ellos los que se coman al que comía ayer, eso es
verdad, lo que pasa es que a uno hace tiempo que le aburren esos cómicos. Escuchar
lo que ve el vecino en la tele al otro lado de la pared es saber del vecino más
de lo que el vecino cree. Sabemos de él si es más de izquierdas que de derechas
según su cadena preferida, porque un día puedes ver El intermedio por curiosidad, pero si todos los días ves a Wyoming, la cosa está clara. Y el
vecino saca sus conclusiones. ¿Qué ocurre cuando es la propia tele, es decir,
la cadena, un programa, la que salta el Atlántico y se planta al otro lado del
charco? Pues que se puede hacer un Salvados
memorable porque Jordi Évole está
hablando con el presidente de Uruguay, José
Mujica, y como lo estás disfrutando tanto se te va la mano con el volumen y
quieres compartirlo con el mundo, así llame a tu casa la policía para que no
insultes con semejante afrenta a los políticos de traje y corbata, tan
abnegados.
¿7.000 qué?
La conversación
entre el periodista y el presidente uruguayo corrió por internet como la brisa
del mar que se cuela por la ventana después de la calima. ¿Por qué un programa
tan simple, es decir, una conversación, puede enganchar tanto a la gente, a la
audiencia? Justo por eso, por su simpleza, por la ausencia de añadidos, por el
poder que tiene lo auténtico, lo que devoras como se devora un plato exquisito
cuyo secreto no es más que un buen aceite de oliva, unos ajos, y unos huevos
frescos. Un político, y más en campaña electoral, no tiene límite al inventarse
el mundo, y por eso lo ves dándole un bocado a una fruta en el campo o
maravillándose de una gamba en una lonja. Teatro. Los bajan a la calle y ellos
creen que eso es estar cerca de la gente, como hemos escuchado esta semana a la
tropa que nos pide el voto. Pero cuando Mújica te dice, en su silla
destartalada de su huerto destartalado, que él vive como la mayoría de uruguayos,
tú te lo crees porque lo estás viendo. No, le decía a Jordi Évole, yo no
practico la austeridad porque esa palabra está “prostituida por Europa” para
machacar al pueblo con reformas, “yo prefiero la sobriedad, y la practico”. En
nuestro país tenemos que soportar en debates cansinos y sin vida, donde
participan asalariados de los grandes partidos, a un tipo sin escrúpulos como Esteban González Pons, un tipo que dice
sin que se le atore la vena de la vergüenza que en España se crean cada día 7.000
puestos de trabajo, delirante locuacidad que ralla el insulto para los millones
de personas sin trabajo, pero al otro lado de la dignidad y de la honradez
intelectual está José Mújica, que habla de fracaso, de fracaso personal por saber
que no va a conseguir lo que quería como gobernante, palabra que aquí ni
existe. Viendo y escuchando a un político que habla así se da uno cuenta de la
desgracia de tener lo que tenemos a este otro lado de la realidad.
Frente a la foto de arriba, este histrión de la política, un tipo que vive de nosotros y nos cree estúpidos. Algo de razón lleva atendiendo algunos resultados electorales |
La
guinda
En tó sus muertos
Me
cago en tó sus muertos, dijo un desbocado Jesulín
de Ubrique en Espejo público para
defender a tres colegas, que esta semana fueron revolcados y heridos en la
plaza de las Ventas, aquelarre que se suspendió por falta de matarifes. Los
muertos eran los de antitaurinos que se burlaban de las cogidas en Twitter. El
Niño de las Bragas apeló a sus cojones “porque si los hijos de puta dicen lo
que quieren, yo, también”. Dicho queda.
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