El
bluf rosa
(Artículo publicado el domingo, 4 de mayo, en diarios de EPI PRESS)
El programa de
corazón y crónica social desaparecerá de la tarde de La 1 este mes. No se haga
el estrecho. Sabe de qué hablo. Hablo de ese programa tan gilipollas, patético
y extemporáneo que se ha empeñado en emitir la televisión pública durante los
últimos 20 años. 20 años vomitando estupideces sobre famosos que apenas tienen
la culpa de que los redactores de esta basurilla rosa los eleven a categoría de
imbéciles. Este espacio, del que a veces pienso que es de humor encubierto,
irónico, cuenta con narradores que leen textos tan relamidos que consiguen que
me ría porque parece imposible que hablen en serio. De una crónica sobre la
situación familiar del delincuente José
Ortega Cano, que es un peligro para los animales con la espada, y para las
personas al volante, se pasa a “pocas veces Eugenia Martínez de Irujo se pronuncia sobre la vida sentimental de
su hermano Cayetano, pero las cosas
van tan rápido con la nadadora que no ha tenido más remedio que contarnos lo
siguiente”. Esa es la entradilla que podía hacer cualquiera de las tres patas
del banco que sujetan dando la cara este meloso espacio que hoy, como veremos,
es una antigualla catódica. Anne
Igartiburu al mediodía, Elena Sánchez
por la tarde –la edición que se limpian-, y Carolina Casado el fin de semana, son las señoras que defienden
este trozo de realidad irreal. “Está muy unida a su hermano Cayetano Martínez de Irujo, así que si
alguien se alegra de que se haya vuelto a enamorar es ella, que ya conoce a Melanie Costa, la nadadora que según el
conde de Salvatierra es excepcional”, dice la narradora. Me parece
estupendísima y súper dulce, asegura la hija de Cayetana de Alba. Y así. Por ahí van las imprescindibles crónicas
para tener una idea panorámica de la actualidad más perruna y cursi.
Chichi y nabo
Los contenidos
dedicados al chichi más lacio y al nabo más cretino lo presentan las mentadas
con el mismo sello, como salidas de la misma escuela, y las tres lo hacen sin
dejar de ir de un sitio a otro del plató, ya se paran aquí, ya cambian la cara
y miran a otro lado en el siguiente párrafo, ya se llevan la manita con el puño
cerrado a la barbilla como si pensaran algo profundo para luego, en un
estallido de complicidad, mirar a cámara con pícara confianza, y todas, todas,
con un intencionado tono empalagoso, ese que hace delirante, absurdo y necio un
Corazón que hace tiempo desapareció
del resto de cadenas. A Telecinco le costaba un pico mantener programas rosa
porque su sangre de escorpión no paraba de pinchar donde más dolía, y las
querellas le reventaban un día sí y otro también a Paolo Vasile, que tenía la mano abierta de firmar cheques para
pagar denuncias de querelladas por avasalladas en sus platós. A la mierda el
corazón, dijo Vasile, esto no trae cuenta. Hay que inventarse un programa que
tenga corazón, y semen, y lágrimas, y circo, y voces, y el fin del mundo, pero
que se quede en casa, que si alguien le llama perra o hija de puta, o ladrón, o
chulo, o mal follado a alguien, no nos denuncie. Y nació Sálvame, el mejor programa de canibalismo legal de la televisión. Hoy,
la cadena, salvo alguna pamplina residual, el corazón como tema no existe. Ya
no hay un programa de corazón en Mediaset. Antena 3 también se quitó de en
medio el último bastión de esos espacios de chusma y chismes cuando se cargó ¿Dónde estás, corazón?, un despropósito
que presentaba con brío Jaime Cantizano,
que cerró el kiosco entre las descuajaringadas y llorosas, arrasadas por las
lágrimas, María Patino, Gema López, o Jesús Mariñas, que sin problema dieron el salto de la entonces
cadena triste a la cadena de las mama chicho, donde se han ido colocando
adaptándose al nuevo pagador. Y hasta hoy.
Insúltame, por favor
No habría ni que
preguntar por qué desaparece la segunda edición de Corazón de La 1. Sólo habría que quedarse así, mirando la pantalla,
y notar que algo ha pasado porque de repente la pantalla ha dejado de oler a
chumino exquisito y a pito engominado. Pero no, hay que explicarlo porque la
gente que dirige esa casa, y el señor que tiene en sus manos los informativos
de TVE, no deja de sorprender. Como el descrédito es tal, la huida a otras
cadenas es tan llamativa, la imparcialidad, y la dependencia del Gobierno es
tan descarada que hasta ellos tienen que notar algo parecido a la vergüenza, Julio Somoano ha visto en Corazón a su peor enemigo porque, dice,
su audiencia es tan baja que luego no hay forma de remontar. Eso es hacer
autocrítica. La culpa, de los otros. A mí me gustaría pensar que desaparece Corazón no porque sea mal telonero para
el Telediario sino porque es un
programa impropio de una televisión pública. Y me gustaría pensar que el
director de informativos de TVE no es tan cínico y en vez de culpar al vecino
del desastre ventilara su despacho, dejara entrar la opinión del Consejo de
Informativos o, valiente, hiciera periodismo, no servidumbre ideológica. Pase
lo que pase, el corazón, la crónica rosa, el hazmerreír en que los redactores
del espacio convierten a esa parva de celebridades, tiene las horas contadas.
Los programas con esos contenidos tuvieron su momento de gloria, y a su
alrededor se creó un potente y animado negocio, una burbuja de exclusivas y
cuentos, de inventos y pamemas, y los famosillos salían del plató de una cadena
y corrían con la huevada a contarla a otra, y las productoras enloquecían en
busca del personaje más infame y abyecto, del más atrevido y vehemente, y
aprendieron a mentir porque había que dar espectáculo, y de aquel indecente
circo surgieron estrellas turulatas que hoy se comen los mocos, solas,
arruinadas, en paro, sin un foco que las caliente, sin un colaborador que las
insulte. La burbuja rosa estalló. Hoy la burbuja que ha engordado como una foca
es la de las tertulias políticas, pero de ella hablaremos otro día. Hasta
luego, corazones.
La
guinda
Adiós, Defensora
Ha
cumplido su misión, y ha sido relevada como Defensora del espectador en
RTVE. Es Elena Sánchez Caballero, que puso en marcha esa oficina en 2008,
además de presentar en La 2 el programa RTVE
responde. El programa de la Defensora. Ahora llega a esa oficina Carmen Sastre, persona de la casa. El
papel de la Defensora no es el de la mosca cojonera, ni mucho menos. Pero su
existencia ya es algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario