La reina portera
(Artículo publicado el martes, 10 de abril, en diarios del grupo EPI PRESS)
Los guionistas
de la Casa Real están que lo tiran. En dos días han entendido de qué va el
espectáculo, se han remangado, se lo han tomado en serio, y parece que lo que
empezó por mero accidente, algo descontrolado que se les fue de las manos a las
protagonistas de la película a las puertas de la catedral de Palma, ha tomado entidad
y se ha hecho con la audiencia. No hay quien se resista a giros de guión tan
inesperados. Lo que vimos como drama y suspense –aparta de mi niña tus manos,
no quiero que te hagas fotos con la heredera, no quiero besos en la frente, y
ahora mismo, sin disimulo, limpio el que le has dado a la criatura- se ha
tornado en comedia de un humor desternillante. El teatrillo que ha salido del
magín de los guionistas reales, interpretado con entrega de maestras por las
reinas Sofía y Letizia al bajarse del coche conducido por el segundón Felipe VI cuando iban a visitar al
patriarca de la conca es tan conmovedor como descojonante.
Recapitulemos.
El rey emérito Juan Carlos
–personaje que tiene un spin off, o sea una prolongación como personaje con
independencia de la trama central, como Aída
fue un spin off de 7 vidas- se ha
enganchado a las operaciones de rodilla, van 15, como otros se enganchan al bótox
o a la cirugía facial, véase la propia Letizia, y por eso recibió en el
hospital el otro día la visita de su familia. Exterior, día. Se para un coche.
De la puerta del conductor sale la señora Ortiz, que rauda abre la puerta de
atrás. Rugir de flashes. Sale la reina emérita, la humillada. Amplias sonrisas
de ambas. Fin de la escena. Se ve que a la nueva le han cantado la lección. De
altiva y soberbia, a portera, Y porque no le han dicho que haga de felpudo. Ya
digo, esto promete. Ni José Mota
llega a tanto.
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