Brazos abiertos
(Artículo publicado el martes, 24 de abril, en diarios de EPI PRESS)
Perdonen, pero
tengo unas ganas locas de no ser correcto, de hablar a gritos, de soltar cuatro
palabrotas, de decir que me importa una mierda de dónde vengan esas criaturas
que se echan al mar –sí, lo sé, hay mafias que viven de la necesidad ajena,
hijos de su puta madre que trafican con hombres, mujeres y niños aprovechándose
de su dolor, de su extrema necesidad, de su huida de la guerra, del hambre, de
la violencia de sus países tratando de llegar a un mundo mejor-, me importa una
mierda de qué país venga esa gente porque nadie deja su tierra porque sí, así
que qué más da, lo que sí me importa, y mucho, es que haya españoles que
también se juegan la vida rescatándolos del mar, de una muerte segura. No sé,
no tengo la solución, no sé qué hacer con los que llegan, pero sí sé que no se
pueden quedar a la deriva, sí sé que hay que rescatarlos.
Como saben, para
vergüenza de esta Europa catatónica, la fiscalía italiana ha puesto en su diana
a las ONG que trabajan en el Mediterráneo, criminalizando su labor, tal como
decía el otro día en un informativo de La Sexta Óscar Camps, fundador de Proactiva Open Arms. Y como supongo saben,
en unos días se celebra un juicio en Mitelene, en Grecia, contra los bomberos
sevillanos de la ONG ProemAid Julio
Latorre, Manuel Blanco, y José Enrique, acusados de traficar con
personas, es decir, de ser una especie de mafia que fomenta ese tráfico por una
cuestión económica, como el que invierte en el mercado del café, digamos. Estos
hombres dicen que cuando ayudan a gente en tareas humanitarias en grandes catástrofes nadie duda de su trabajo.
¿Por qué nos juzgan, dicen, por rescatar a personas del mar? Las autoridades
europeas lo saben, seguro.
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