Última carta
(Artículo publicado el jueves, 12 de abril, en diarios del grupo EPI PRESS)
Me gusta La 2 y
no soy un bicho raro. Leo la frase, orgullosa afirmación con su puntito de
arrogante elitismo y su pizca de sensación de derrota porque su oferta no
engancha a tanta audiencia como uno piensa que merece, en la red social de Mark Zuckerberg, el treintañero forrado
de billetes que tuvo que dar explicaciones el martes en el Senado de EEUU por
las filtraciones de datos personales de millones de usuarios de Facebook para
uso de terceros con fines espurios. Me gusta La 2 y no soy un bicho raro, digo,
haciendo mía la frase. Algo debe de
haber porque el martes, huyendo del tufo insoportable a mala cocina del Telediario, en este caso el que presenta
Ana Blanco por la noche, llegué a la
balsa de La 2 y desde el minuto cero me atrapó lo que me ofrecía. Ni me
acordaba que había un estreno, pero allí estaba Cartas en el tiempo, y me quedé.
Me atrapó la
idea, y me emocioné de forma especial con una de ellas. Verán. Cartas en el tiempo es un programa que
mezcla la historia, la recreación dramática, el documental, y el retrato social
de las épocas en las que fueron escritas casi al borde de la muerte por
personas conocidas o no tanto. En la primera entrega se escuchó la carta que Cervantes –interpretado por José Luis Gómez- escribió tres días
antes de morir al Conde de Lemos, y la de Diego
de León –Fernando Gil- en 1841 a
su esposa. Pero la que más me emocionó por el tono, por su magnetismo, por la
ajustada y magnífica interpretación de Claudia
Benito, fue la que escribió Blanca
Brisac, una de las 13 jóvenes –Trece Rosas- fusiladas en Madrid por las
tropas franquistas en 1939, a su hijo. Con Cartas
en el tiempo puede uno decir que le gusta La 2 y sí, quizá sea un bicho
raro.
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