GH, el cadáver
(Artículo publicado el sábado, 16 de diciembre, en diarios de EPI PREES)
Puedo asegurar,
y aseguro, y puedo decirlo con orgullo y satisfacción, y lo digo, que el jueves
acabó Gran Hermano y no conozco a
ninguno de los encerrados, no sé ni uno de sus nombres, no conozco si han
defecado mucho o poco, si han fornicado o no debajo de sus seminales edredones,
no he estado al tanto de sus absurdas peleas, si han estado o no dirigidos por
el pinganillo y han actuado o no a golpe de guión, y aunque a esta hora se sabe
quién ha ganado “la edición menos vista de la historia” del mojón de Telecinco,
en palabras de su presentador, Jorge
Javier Vázquez, puedo asegurar y aseguro que me importa tanto ese nombre
como la mediocre carrera que empezará por los platós de la cadena, con fecha de
caducidad y con el fracaso pegado al culo. Ya se rumorea que ha sido tanta la
debacle del formato que, después de 17 años, manda cojones, es posible que se
cancele para siempre, aunque también me importa poco.
El propio
presentador de esta edición, con lúcida sinceridad, advierte de que, además de
otros errores –de cadena, productora, elección de concursantes, cambios en la
dinámica del Gran Hermano clásico,
supresión del canal que los vigilaba 24 horas- es posible que él tenga mucho
que ver en “que no cuajara”, es decir, reconociendo de forma implícita que el
sello, la marca, la manera entregada que tenía Mercedes Milá, para mí terrible y vejatoria para su carrera, él no
ha sabido mantenerla. El señor Vázquez se identifica con Sálvame, y verlo en Gran
Hermano puede despistar a los fieles del clásico. Pero vamos, que me da
igual. Allá Telecinco. El jueves, frente a los cadáveres de GH, elegí la
divertida y tensa trama de Estoy vivo,
que cerró temporada con la cabeza bien alta en La 1.
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