Esclavos
(Artículo publicado el sábado, 2 de diciembre, en diarios de EPI PRESS)
Hombre fuerte,
grande, especial para el trabajo agrícola, dice una voz árabe que parece
dirigirse a un corro de gente. 400, dice alguien en la distancia, 700, se oye a
otro, ¿800?, se pregunta la primera voz, 800, afirma al final. Las cantidades son
el precio del ganado humano que se subasta en Libia y que procede de los países
que dejaron, de Gambia, de Mali, Ghana, Burkina Faso, buscando una vida mejor.
En las imágenes se ve ese ganado sonreír como sólo sonríe alguien que sabe que
tiene orgullo y dignidad pero que ahí, en ese lugar, en ese momento, no tiene
valor. La subasta de esclavos ha sido desvelada por la CNN, que logró
introducirse en una de las redes mafiosas que trafican con personas como se
trafica con cocaína, con productos de imitación o con putas del Cáucaso, que al
final es lo mismo. Vi las imágenes en un informativo, quizá en varios, tal vez
en todos, no estoy seguro, pero lo cierto es que seguí con mi vida y esa
historia la consumí como si fuese un titular más.
Estoy seguro de
que quizá usted también sabe de esa tragedia y sabe de qué hablo, y que sigue
con su vida, como no puede ser de otra manera. Y ahí es a donde quiero llegar. Yo
no sé qué puedo hacer como ciudadano para revertir la esclavitud a principios
del siglo XXI, pero sé que tampoco me puedo quedar así, quieto, mirando a otro
sitio, formando parte de una sociedad anestesiada en un tiempo en que las
noticias forman parte del entretenimiento y el consumo. Eso lo saben los
gobernantes, los responsables de no poner remedio a la tragedia. Yo he firmado
una iniciativa en Change.org sobre el asunto. Tal vez sirva de algo. Tal vez
sólo sea otra forma de anestesia, pero…
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