La
mentira no es verdad
(Artículo publicado el domingo, 12 de febrero, en diarios de EPI PRESS)
Hasta aquí hemos
llegado, le dijo con evidente enfado el candidato Mariano Rajoy hace dos campañas
electorales al candidato del PSOE Pedro
Sánchez cuando éste le dijo que no era una persona decente. Fue el momento
culminante del cara a cara en la Academia de Televisión moderado por un
desencajado Manuel Campo Vidal, que
actuó como un robot sin alma ni reflejos ni instinto periodístico, dejándose atar por compromisos ante los
partidos a los que el periodismo no sólo se la deja laxa como una ordinariez de
Aída Nídar –de hija de puta para
Mierdaset ha pasado a ser la salvadora del mortecino chiringuito de Gran Hermano VIP- sino que les fastidia
porque si es serio, el único que se puede llamar así, siempre estará enfrente.
Pues hasta aquí hemos llegado, dijo hace unas semanas nada menos que la CNN. Y
se lo dijo nada menos que al presidente de EEUU. Dicho así suena enorme. Pero
hay que recordar que el presidente de los EEUU es un sabueso sin escrúpulos
llamado Donald Trump. La cadena más
importante del mundo dando noticias sin parar 24 horas al día hizo algo
insólito en su historia el día que el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, daba su primera conferencia
de prensa. No emitió la cita en directo. Grabó la intervención e hizo un
resumen de la misma. Nada que objetar. Pero la lectura no es tan simple. Detrás
hay un posicionamiento, un golpe de estado, un manotazo en la mesa, un hasta
aquí hemos llegado, señor Trump. El lío, el vinagre, la contienda, la emprendió
el propio cara naranja, que dijo en su visita a la CIA, “estoy embarcado en una guerra con los
medios, (los periodistas) son los seres humanos más deshonestos de la tierra”.
La gotita de la independencia periodística que colmó el vaso de la arrogancia y
el matonismo del macarra presidencial fue la comparación de las fotos aéreas
entre las investiduras de Barack Obama
y Trump, dejando claro que la de Obama fue una investidura con más asistencia
de público. Eso es incontestable porque hay imágenes. Son hechos, no
interpretaciones.
La “posverdad”
Pero no para el
nuevo equipo de comunicación de la Casa Blanca ni, por supuesto, para el
empresario depredador, que si no se rodea de la parafernalia del hortera,
incluidas las cortinas del despacho oval, doradas como sus cuatro pelos
almidonados con cemento de laca, no está en su hábitat. Quisieron hacer ver al
mundo, que es estúpido y fácil de liar, que había más gente en la investidura
de Trump. En las pantallas de los televisores del orbe se pusieron las dos
fotografías. No había que hacer comentarios. Pero este tipo de periodismo
encocora a la nueva dirección del imperio. Y el peligroso majara no soporta
semejante desfachatez. Es tanta la soltura con la que manejan la realidad que Kellyanne Konway, ayudante del portavoz
de la White House, puso nombre a lo que la mayoría de políticos, banqueros,
religiosos, y gente de poder sueña, es decir, construir la realidad, y difundirla,
no con datos objetivos sino con “hechos alternativos”, o sea, con filigrana de
cocinero, elaborando con primor el mensaje, avasallando lo comprobable si no es
de tu agrado para conseguir el efecto deseado. Lo de siempre, pero más
descarado. Estanos en los tiempos pijos de la “posverdad”, neologismo que
seleccionó el diccionario Oxford como la palabra del año 2016 y que habla de
crear y modelar la opinión pública no basándose en hechos objetivos –la tierra
es redonda, existe la gravedad, la Biblia o el Corán no son ley, somos fruto de la evolución- sino
en creencias –Dios creó el mundo en siete días, como pregonaba otra candidata
republicana, la estulta pero no ignorante Sara
Palin- y emociones individuales para influir en la opinión pública. Hasta
aquí hemos llegado, han dicho los grandes medios norteamericanos. Se acabó. Ya
está bien. Viendo lo que se les viene encima -retorcer los hechos con un
desparpajo que va más allá de la indecencia y el atrevimiento que habla de desprecio
por la inteligencia ajena, dando a entender que “da igual lo que digáis porque
sólo nosotros interpretaremos la realidad”-, han decidido publicar las
declaraciones de Trump y sus esbirros junto a despieces informativos para
verificar lo que es verdad o mentira del “showman” que ha hecho de la política
un programa televisivo a golpe de “tuit” matutino donde el presidente es el
concursante de un Gran Hermano
broncas e imprevisible.
San Kapùscinski
En España
tenemos decenas de ejemplos de intentos de pisotear los hechos sin adornos para
escupirnos los hechos alternativos como verdad objetiva. Esperanza Aguirre o Mariano
Rajoy son adalides de este sucio uso de la realidad. La verdad no es
prioritaria ni perseguida como objetivo. La verdad puede y debe ser enmascarada
por la apariencia de verdad, y no por la verdad en sí. O sea, la puta mentira
de toda la vida. Mentira y estafa que Aznar
el insufrible, sin saber que no existía más “posverdad” que la trola echó a
girar el tiovivo del lobo de las armas de destrucción masiva que tenía
escondidas en el bigote el malo de Hassan
Hussein para atacar Irak. Rajoy volvió a echar mano de su cara dura cuando
el periodista Carlos Alsina le
preguntó su opinión por la decisión del abogado del PP de pedir la nulidad del
caso Gürtel, opinión que no dio porque dijo desconocer la estrategia de su
partido con un “me ha sorprendido usted”. Es una nimiedad, cierto, pero
suficiente para que luego llegue el compadre Francisco Marhuenda o los palmeros de 13tv y líen lo dicho hasta
hacer que no parezca lo dicho sino lo que tenía que haber dicho. El caso de Eduardo Inda es el otro caso doloroso
que se asocia a un periodismo que no puede llamarse así, salvo que se enmarque
en este “nuevo periodismo” que adapta los datos al mensaje que se pretende dar,
es decir, que miente como respira. En España deberíamos por sistema hacer lo
que ahora dicen que harán los grandes medios en EEUU, chequear las
declaraciones. De todos los políticos. Sin excepción. Y de los periodistas, que
entran en el juego de la farsa a sabiendas, o sea, dando como verdad lo que
sólo es mentira. Ya lo dijo Ryszard
Kapùscinsky, las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Ni buenos
políticos.
La guinda
Arruinadita
No es raro ver de vez en cuando a un
famosito sentado en un plató, poner el cazo en una revista, y contar que está
arruinado, que no puede llegar a fin de mes, que pasa por un momento la mar de
delicado. Algunas de esas caras con mucha jeta, hasta lloran. Hace unos días la
mismísima Belén Esteban dijo que
tenía problemas porque Hacienda, digo yo, pensaba que éramos todos menos ella.
Y ahora le toca pagar. La madre que la parió.
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