Imágenes
de impacto
(Artículo publicado el domingo, 12 de junio, en diarios de EPI PRESS)
Escribía Ryszard Kapuscinsky en Estrellas negras –ahora reeditado, Anagrama-
una anécdota espeluznante sobre racismo extremo, ese que a ningún ser sano ni
siquiera se le ocurre. Habla el periodista polaco –década de los 60 del siglo
pasado- de un hijo de puta integral, el por entonces primer ministro de Rodesia
Roy Welensky, -hijo de un emigrado
también polaco- que se reúne con otro energúmeno, el criminal congoleño Moisés Tshombe, para escuchar su
delirante propuesta de incorporar Katanga, al sur de Congo, a Rodesia y así
controlar las explotaciones mineras de cobre. Roy pesa 130 kilos, media vida dedicada
al boxeo, y la otra, antes de primer ministro, ferroviario. Es, dice
Kapuscinsky, uno de los peores canallas africanos, y su racismo, “absolutamente
patológico”. En su opinión, “la mayor desgracia de África es que hay demasiados
negros y por eso es imposible matarlos a todos, aunque, por otra parte, ¿quién
iba a trabajar?”. ¿A que repugna? Pues bien, cambiemos a la morsa de origen
polaco Roy Welensky por los chinos de hoy que se están haciendo con la riqueza
natural del continente a cambio de algunas migajas constructivas y de llenar el
bolsillo de los dirigentes políticos al frente de gobiernos pelele, vendidos al
mejor postor blanco. En un anuncio de detergente emitido en China se ve a un
negro guapísimo haciéndole cucamonas a una joven a punto de poner una lavadora.
Ella lo mira y le hace así con la mano, el chico se acerca para darle un beso,
pero la chica, hija de su puto padre, mala como una serpiente de colores, le
pone una pastilla de detergente en la boca, le coge el cuello, y con fuerza lo
introduce en el tambor de la máquina. Y oh, se produce el milagro. De la
lavadora, tras unos gritos desasosegantes, sale un chico blanco, chino, que
conquista el corazón de la malvada, que sonríe sin asomo de culpa. La firma
Qiaobi ha tenido que retirar semejante basura –seguro que sus creadores sólo
verían un gag sin mala fe, la mar de divertido- al ver el revuelo que los acusa
de racismo extremo y gratuito, como todos, claro. Son imágenes de verdad
perturbadoras por su aparente inocencia.
De putas y perritos
Sin reponerme del asco y la
perplejidad, me entero de que Aramís
Fuster, la bruja más fullera, la vidente de chichinabo, entró en barrena
económica y acabó como acabará un servidor si hay alguien a quien le guste el
esplendor de la carne devenido en carne ajada, haciendo guardia en las esquinas
al mejor postor. De puto. Yo no soy prostituta, dice muy digna Aramís, soy
dómina, claudicando como parte de las chaperas de un negocio de señoritas y
señoras de carne mofletuda y temblona. Ella es dominatrix. Qué canguelo. Yo voy
buscando alguien que me domine en la batalla sexual, y por muy retorcido que
tenga el gusto me aparece la Fuster con las tetas fuera, las lorzas
desparramadas, el aquelarre de su chichi abierto como una breva, y doy un
pingo, le suelto la guita a la madama, y sin despedirme, como auto penitencia
extrema, llego a casa y me pongo a ver Supervivientes
sin rechistar, aunque sé que allí también emiten imágenes de una dureza límite.
Me explico. He visto la secuencia de Yola
Berrocal colgada de un palo en una prueba de resistencia, pero la señora no
tiene tetas, tiene dos perolas llenas de látex, y la gravedad hizo el resto. Al
puto suelo. Esta mujer se quita el sujetador de talla monstrua, mueve esos
enfermos bultos a un palmo de tus ojos, por casualidad te da un lengüetazo con
una mama, y estás perdido, es una imagen atroz que jamás olvidarás, peor que la
de los simpáticos niños de Ana Rosa,
la Quintana, adiestrados como
monitos en 26J. Quiero gobernar.
Dejen en paz a los niños, no los prostituyan, no les perviertan, ha clamado Isabel San Sebastián, otra dómina del
extremo centro mediático con la que, por una vez, estoy de acuerdo. No es fácil
de digerir ver a nuestros peques usados como perritos simpáticos, como loros
que repiten las frases del dueño, como micos que hablan de lo guapo que es Pedro Sánchez y de que Rajoy es su héroe porque no subirá el
impuesto de las chuches. Demasiado.
Cásate conmigo
La maquinaria electoral está
dejando, además del mentado despropósito, sello Telecinco,
un reguero de vídeos fabricados por los propios partidos donde la simpleza del
mensaje habla del concepto que los ideólogos de la propaganda tienen del
ciudadano, a ras del perfecto tronista, un cacho de carne esculpida con
porquerías anabolizantes. Ciudadanos ha montado un anuncio con un vago,
ludópata y caradura que lleva coleta y,
oh, más casualidad, se parece a Pablo
Iglesias. Por si quedara alguna duda de quién es el malo, el haragán, al
final del anuncio, el coletas, levanta el botellín y pide al camarero que le
ponga otro, joder, macho, dice el camarero, todos los días con “la misma
coletilla”. Ya lo tenemos. Del Coletas al coletilla. El PSOE convierte a Rajoy
en Mariano el mercero, que vende cosas malas que no está dispuesto a cambiar.
El PP echa mano de 122 gatos porque, aunque no le gustan, está “en contra de los
perros”. ¿Burdo, grotesco? Hace unos meses, hipters. Hoy, gatos. TVE también
padece el síndrome de pasarse la audiencia, y la ley, por el sobaco. ¿Hay algo
más extremo y violento, unas imágenes de impacto más tremendas, que una corrida
de toros? La 1 lo volvió a hacer. La semana pasada, desde Albacete, TVE volvió
a apostar por su emisión –con Miguel
Ángel Perera como torturador-. Apenas 800.000 personas de audiencia. ¿Y?
TVE sabe lo que hace. Los toros es la apuesta por la fiesta de toda la vida,
por la España de siempre, por “nuestras” señas de identidad. Es una cuestión
ideológica. Acabo con otra imagen de verdadero impacto, la que emitió El hormiguero, aliado con un chico que,
con la ayuda de Eduardo Noriega
desde la pantalla del cine al que acudió con su novia, le pidió que se casara
con ella ante los espectadores de la sala. O le cortas los huevos, o le dices
que sí, claro. La chica dijo que sí.
La guinda
¡Boom!
Lo consiguieron. Los
Rockcampers, formado por cuatro colegas, han hecho historia en eso del concurso
televisivo cuyo premio es una cantidad de dinero. Nada menos que 2 millones y
pico de euros. Y en Antena 3, en ¡Boom!,
que presenta con gracejo Juanra Bonet.
Nunca antes una bomba de cuchufleta, de vivos colores al estallar, ha dejado un
rastro más dulce. El miércoles el programa superó el 20% de audiencia.
Enhorabuena.
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