Sermones
con horchata
(Artículo publicado el domingo, 5 de junio, en diarios de EPI PRESS)
Ay, qué chasco, dios. Pues no que el domingo
pasado vi un primer plano del exportavoz
de la Conferencia Episcopal, en la época de Rouco Varela, el pobre clérigo que sufre su retiro en un lujoso
ático en el centro de Madrid, y noté que mi corazón se puso burro bombeando con
la fuerza de un corredor keniata. Desde que el presumido se operó para quitarse
las gafas no lo había vuelto a ver. El primer plano del atirantado Juan Antonio Martínez Camino fue como
un ostión que me llevó a épocas de gloria y responsos intensos, a amenazas
cerradas y definitivas, a guerras contra todo lo que se moviera que no gustara
a la iglesia de Ratzinger y sus factorías
dogmáticas por el mundo. La 2, como
viene haciendo desde los tiempos de Caifás, emitía la santa misa, que esta vez
tocó en la iglesia del Santísimo Sacramento, en Madrid, y allí que llevaron al
eminente jefe católico para dirigir el acto. Si no me creen, entren en la
página web de rtve.es y compruébenlo. Da canguelo. El hombre, con sus arreos de
jerarca, da la vuelta al altar perfumándolo con incienso, y después, ante el
micrófono, emitió una voz como salida de las profundidades de la caverna de la
fe, o como un mal actor que la engola para decir algo tan simple como “en el
nombre del padre, del hijo, y del espíritu santo”, pero si el tipo dice “en el
nombre del paaadre, del hiiijo y del espíiiritu saaanto”, esa voz que ponemos
para asustar a los niños, termina asustando a los mayores, o reventándolos de
risa, colega. El alto mandamás habla de piedad, cierra los ojillos clamando y
exhortando a practicar la misericordia, y creo que hasta la humildad, pero que
me mate su dios con un rayo sin antídoto, allí sólo vi a un hombre que emite
raros sonidos –ni Mario Vaquerizo
como jurado del decadente y desinflado Levántate,
All Start, le pasaría la mano, es más, seguro que le diría, como le dijo la
semana pasada a Toño Sanchís, que al
trabajo había que ir preparado, con los deberes hechos-, digo que allí sólo vi
a un hombre astuto, soberbio, altivo, adusto, rico y amenazante. Ni un ápice de
caridad, de comprensión, de misericordia. Que ningún creyente de buena fe
sienta ofensa en lo que digo. Hablo del hombre que vi en televisión, que no
está a la altura de lo que representa. Por eso, cuando atacó el sermón central
de la misa, los folios que iba leyendo caían como hojas marchitas de sus manos,
y de su boca salían palabras huecas, frases sin vida, instrumentos de un sermón
de horchata.
El imán
y el obispo
Cuando al final de la ceremonia el oficiante
salía del templo rodeado de genuflexiones, cánticos y oropeles, envuelto en su
aparato obispal, con su báculo de plata, su mitra con su cruz de hilo de oro, y
su casulla de suave seda bordada con ricos materiales, sólo vi a un hombre de
verdad pecador, un sacrílego, un actor que acabó la función mientras caía el
telón y el coro cantaba letras de una ingenuidad conmovedora. Pura ficción.
Como en otras creencias, sólo descienden a la realidad cuando la realidad de
las costumbres, de la vida, es un enemigo a descabezar porque sienten amenazado
su trono. El mismo día me entero de que el clérigo musulmán Malam Abass Mahmud dijo en Ghana que el
sexo gay provoca los terremotos porque esas relaciones enfadan a Alá, tócate la
nuez. Venga, ríase. Pero no muy alto por si no sabe que aquí, tan sólo hace
unos días, el sermoneador con mitra valenciana Antonio Cañizares, otro ejemplar que no para, dijo que el imperio
gay y el feminismo se han propuesto acabar con la familia. Ahí sí se les
entiende, dicen lo que quieren decir. En las otras homilías se ponen poéticos,
ascéticos, laterales, líricos, elevados, y hablan de vaguedades que entran por
aquí y salen por allí, se llenan la boca de leves palomitas de maíz para llenar
la cabeza de pájaros inertes. Ese teatro es emitido y sufragado cada domingo
por la televisión pública, pero no hay un tiempo dedicado a los ateos, a los
agnósticos, a los sin fe. ¿Termina ahí la afrenta? Qué va. Cuando el cirio del
templo católico se apaga y ya no escuchamos al cura con su sermón a dos metros
de la realidad, llega puntual otro donjuán de la palabra, de la cagalera
sermoneadora, de la verborrea sin límites. Otra sorpresa, de las grandes. No
tenía ni idea hasta que lo vi en la pantalla donde su ego disfruta de un
programa en La 2. Es Fernando Sánchez
Dragó. Es Libros con uasabi. Yo
le leo cuentos todas las noches a mi hijo de 3 años. Háganlo si tienen un niño
a mano, aconseja Dragó el día que lo veo. ¿Si tienen un niño a mano? Mi
perplejidad se convirtió en atracción inmediata, adictiva, irresistible, antes
de que el locuaz parlanchín quizá contara otra de sus experiencias con “lolitas
de 13 años, esas que visten como zorritas, con los labios pintados, carmín,
rímel, tacones, miniflada…” Las piernas me temblaron.
Libros
con uasabi
Luego, apretando el gesto, como esos añejos
presentadores que para dar paso a un vídeo extienden el brazo y apuntan con el
dedo, dijo… comienza, Libros con uasibi.
El uasabi es un picante japonés. Así que podría ser libros con cominos, con
yerbabuena, tabaco, madera, con tomates, yo qué sé, libros con cemento, pero
no, es libros con uasabi. Es que soy Sánchez Dragó, puñeta, parece decir todo
el rato, y eso que está acompañado en el modesto plató por tres señoritas que
lamen el ego del “maestro”, repantingado en su sillón, que matiza, aplaude o
regaña al trío –no convirtamos estas sugerencias de libros en la lista de
teléfonos, le decía a Anna Grau, o
si te portas mal te desheredo, a Ayanta
Barilli, su hija, o cualquier otra ocurrencia condescendiente a Elia Rodríguez-. Don Dragó se cita
varias veces en su misa dominical a través de sus libros, que ya no firmará
jamás en la Feria del Libro de Madrid porque no quiere formar parte de las
barracas de atracción junto a presentadores de televisión -¿como él?-,
cocineros, cantantes, actores, o fulanos. Y razón no le falta, pero su sermón
es tan engolado que resulta fatuo, y él, con la pata de su gafa entre los
labios, pedante, cursi, sobrado, insufrible. Otro que hace sermones con
horchata.
La guinda
Feis tu feis
No entiende uno por qué La
Sexta dejó escapar a Joaquín Reyes,
que demostraba en El intermedio una
capacidad asombrosa para retratar el aire de los personajes imitados. Esa idea,
llevada al paroxismo, es lo que ahora, en Cuatro, vemos los viernes en Feis tu feis. El original, esta semana Paco León, entrevista al inquietante
Paco León de mentira en una transformación que roza la perfección, como todas
las suyas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario