Gooooool
(Artículo publicado el martes, 24 de mayo, en diarios de EPI PRESS)
Hace unos días
hablaba de que la emoción del fútbol no me toca, como un témpano, era el
término que usaba. El domingo, en el estadio Vicente Calderón, se celebró un
encuentro estratosférico, el que decidía el ganador de la Copa del Rey. De
hecho, el monarca y la monarca estaban en su palquito viendo la cosa como si no
fuera con ellos. Y la cosa va con ellos. Como he dicho que las emociones del
fútbol no me conmueven, o me conmueven sólo porque conmueven a las amistades,
cuando en casa se sintoniza la tele con un partido de importancia, hecho
insólito que se da sólo cuando hay invitados, yo me fijo en otras cosas. Me
fijo en esa forma de narrar el partido que tienen los periodistas deportivos. Y
me sigo partiendo de risa cada vez que escucho al locutor gritar gol, gol,
goooooool, hasta quedarse sin aliento, loco y ronco. Y yo, pasmado.
Cuando Jordi Alba –del Barça- le metió el gol
al Sevilla el tipo no falló. Entró en el habitual éxtasis gutural de marras.
Luego me fascinó la imagen del poder por su hieratismo inhumano, en esa
equidistancia emocional con la que se maneja tanto Felipe VI como Letizia Ortiz,
quizá más acusada en ella, que tiene que demostrar que sirve para el cargo, y
por eso a veces vemos a la señora reina más tiesa que un ajo, coño, que parece
de cartón piedra. Con el segundo gol, el de Neymar, me fijé en la reacción de los políticos del segundo
escalón. Fue conmovedor el saludo entre el presidente catalán, Carles Puigdemont y Alicia Sánchez Camacho –PP-, a la que
animo con ardor a que denuncie a su cirujano plástico porque cada vez la veo un
poco peor, ay, esa nariz, esos labios. Ah, los héroes del fútbol, callados.
Cuando habló el tal Alba… mejor me callo.
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