DKiss, basura
(Artículo publicado el jueves, 12 de mayo, en diarios de EPI PRESS)
Lo siento, pero
éramos pocos y parió la abuela. El otro día hablaba del nacimiento de una nueva
cadena, y decía que el mundo no se paró, que los corruptos siguen a lo suyo,
que los ladrones van a la oficina, y que el mar sigue estando salado. Nacía
Ten. ¿Ten? Ahora les hablo de DKiss. Lo juro que hay una tele que se llama
DKiss. Pura basura. No se puede matizar. Háganse una idea conociendo sólo el
nombre de los programas que conforman su parrilla. Maestros de la restauración, Vivir
bailando, Una médium en mi casa, Entre pasteles, El rey de las tartas, Enterrado
en mi basura. ¿A que les apetece? A mí también. Vomitar. No me entra en la
cabeza que se ponga en marcha algo tan complejo como un canal de televisión
para ver que lo que emite se compró de saldo en el mercadillo de los jueves de
las grandes cadenas yanquis.
Son subproductos
que allí degluten entre sermones de predicadores desbocados que pronuncian
aleluyas intercalados con las variantes del nombre que le dan a su dios, en
mañanas, tardes y noches tediosas de consumidores de televisión obesos y
enfermos que desparraman su grasa tirados en el sofá, ante una mesita
nauseabunda de pizzas en mal estado, latas de cerveza, y bolsas de guarrerías
que te ponen el colesterol a mil. Ese es el concepto. Mierda. DKiss ocupará un
lugar muy alejado en la galaxia de mi mando, y pasaré por su estulta presencia
con la nariz tapada. Eso sí, ojo. Este tipo de productos te pillan, te atraen
como atrae la comida más cochina. Cuidado, que crean adicción. Contra la
tentación, la dignidad. Es bueno imaginar un espejo para verte mirando esa
sarta de sandeces, de programas de aluvión para consumir con la mente en
blanco. Qué miedo.
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