La 1, castigada
(ASrtículo publicado el jueves, 2 de noviembre, en diarios de EPI PRESS)
Permíteme que
insista, dice Matías Prats sin
parpadear para acentuar el énfasis del mensaje. Pues permítanme que insista. La
Sexta ha terminado octubre como el mejor de su historia en datos de audiencia y
de rebote ha matado el pájaro que debería haber anidado en la televisión
pública. No hay paños calientes. Es una vergüenza. De nuevo una cadena privada
ha ocupado lo que en mandato estatutario debería de ser no sólo patrimonio sino
obligación de una cadena pública. Y ese abandono de funciones termina
pagándose. La audiencia, en un octubre convulso, con una actualidad política
que mantiene en vilo al espectador, cuando esa política, en concreto “el lío”
catalán se ha instalado en la barra de los bares ocupando el lugar del fútbol o
el tiempo, ha huido de TVE en desbandada porque sabe no sólo que no está sino
que cuando está lo hace no con criterios periodísticos sino propagandísticos y
de protección descarada al Gobierno.
El último
desbarre, la última mascarada, el último descaro que se suma a tantos otros que
no se podrían ni imaginar tuvo lugar el mismo día que este país estaba
pendiente de lo que iba a hacer y decir desde Bruselas Carles Puigdemont, a donde cada vez más en su papel de jefe de
pista de circo, tratando de internacionalizar su charlotada, huyó como el que se exilia de un país bananero.
Todas las cadenas emitieron su intervención. Pero no La 1, que siguió con las Amigas y conocidas de Inés Ballester hablando de Don Juan
Tenorio como si tal cosa. Insisto, eso se paga. Hasta al circunspecto Carlos Herrera, castigado por la
audiencia, se lo han llevado del domingo al sábado porque se lo traga Ana Pastor y El objetivo.
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