Morralla
(Artículo publicado el jueves, 17 de agosto en diarios de EPI PRESS)
Se veía venir.
El invento ese de Telecinco, Mad in Spain,
de la manita de La fábrica de la tele, que sabe lo que le gusta a la manada que
sigue la cadena, no sólo no acaba de cuajar sino que se va desintegrando. Por
si no lo saben, Mad in Spain es un
programa de debate –perdonen que esturree saliva, pero hay carcajadas
incontrolables- , entendiendo por debate lo que Telecinco entiende por debate.
Creo que me explico. Hace unos días, es decir, el domingo pasado, ante los miles
y miles de millones de espectadores que se tragaron sin rechistar el encuentro
entre el Barcelona y el Real Madrid, el globo de Mad in Spain, que vino después, no sólo no arrendó las ganancias de
semejante festín sino que volvió a rozar el ridículo en audiencia. Jordi González, su presentador, experto
de primera en detritos parecidos –La
noria, Moros y cristianos, Supervivientes, y por ahí-, trata de
elevar la cochambre avivando las brasas de los colaboradores para luego,
teatral y distante, llamar la atención por sus salidas de tono. Un asco, vamos.
Los
colaboradores del mojón saben que el sueldo les va en su impudicia y capacidad
para el lío, la jarana, el grito, el mal gusto y la provocación. En la última
entrega, gran dama de la basura trufada con alguna pátina de intelectualidad
fatua, Lucía Etxebarría tuvo que
contar que en unos sanfermines le robaron el parné mientras se la follaban viva
en plena calle porque estaba más colocada que una pava en un molino de trigo.
Se habló del desbarre en las fiestas patronales de los pueblos como uno de los
temas del “debate” de la noche. O sea, morralla para morrallas la noche del
domingo. Pues ni así Mad in Spain
despunta.
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