Miguel Poveda
(Artículo publicado el jueves, 3 de julio, en diarios de EPI PRESS)
Ni yo lo
entiendo, pero entré un ratito a ver si había novedades. No las hubo. Eduardo Inda berreaba en La Sexta como
de costumbre, retorcía los hechos con la impunidad que le da esa cadena, Paco Marhuenda defecaba parodiándose a
sí mismo haciendo esa serie de gestos del tiempo “hombre, ya está bien”, “por
favor, pero esto no es serio”, “si queréis me callo, hombre, venga”, y La Sexta noche se me volvía a caer
encima como un edificio con aluminosis. Telecinco, a la misma hora, está
intratable, desconchada, absurda un sábado más con el cuento para no dormir del
Deluxe ese. Y recalo en La 2. Y veo a Miguel
Poveda cantando versos de Federico,
y de Quevedo, y de Hernández, y luego cantándole a la casi
granaína Eva Yerbabuena, que
temblaba en la escena del Liceu de Barcelona en un taconeo entre eléctrico y
sagrado y reverencial.
No hace falta
ser muy sensible para quedarse pillado con un programa así un sábado por la
noche. Éste trataba de la gala Miguel
Poveda, música para la investigación, concierto benéfico para recaudar
fondos para investigar contra el cáncer. Claro que el arte, el buen gusto, la
poesía, el flamenco, el baile, la buena música, y el talento traspasan la
pantalla y se hacen contigo y, sin estar allí, casi te crees que estás. Veo a
Miguel Poveda suelto, feliz, liberado, disfrutando de la vida, de su vida, del
cante, del escenario, libre, lo veo y lo noto libre. Con él han estado, además,
Niña Pastori, Pedro Guerra, Ana Belén,
la cantaora María la Terremoto, o el
actor, intenso, emocionado y emocionante, Jorge
Lucas. El concierto acabó sobre las doce y media de la noche. Al salir del
oasis, Inda seguía enseñando su sonrisa de hiena.
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