¿En Zapeando?
(Artículo publicado el martes, 14 de marzo, en diarios de EPI PRESS)
Que no, que no
pega. Vale que a mí este señor me retuerza las tripas, vale que no sólo no me
hagan gracia sus supuestas gracias sino que me producen una sensación de pena y
patetismo tan intenso que jamás he conseguido relajarme cuando asoma su
estrafalaria estampa por la pantalla, vale que Mario Vaquerizo esté a años luz de lo que para uno es el
entretenimiento, pero algo parece ajeno a lo personal y los prejuicios, y ese
algo, rotundo y estruendoso es la presencia de este tipo en Zapeando. Ni él mismo se ve feliz,
relajado, por más caras que ponga y por más risitas que suelte torciendo su
boca, pura máscara, pose, montaje, pura falsedad. Lo llevan una vez a la semana
para que suelte las paridas que salgan por su cabeza sin pensarlas demasiado,
lo primero que se le venga al coco, a ese cerebro obligado a servir al
personaje de tonto lacio inculto con base real.
La presencia en Zapeando de este mastuerzo es una
ofensa, una agresión a los fieles del programa de La Sexta, que se ha hecho un
hueco merecido por su fina o basta ironía, según convenga, por sus guiones
punzantes, frescos, por la altura de sus colaboradores, por su rapidez de
reflejos. ¿Qué pinta este señor en mitad
de ese plantel talentoso, si lo único que ofrece además de repetir sus
cucamonas, sus chocarreras banalidades, es eso, una exhibición de su idiotez?
Idiotez, eso sí, que cayó en gracia al principio, cuando el hombre parecía
ramplón y simple porque sí, porque el mundo lo hizo así, pero ahora, es él mismo
el que se parodia, el que se imita, el que banaliza la falta de conocimientos.
Al final, las cadenas apuestan por esas
majaderías de fácil lectura. No hay que prepararse. Todo vale. Sólo hay que
caer en gracia. Pero Vaquerizo hace tiempo que la perdió.
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