Carne podrida
A estas alturas del espectáculo hasta cuesta verbalizar lo que propongo. Supongamos por un momento que cuando el juez del caso de la muerte de la niña de Huelva Mariluz Cortés dictamine, Santiago del Valle, el gran inculpado, sea declarado inocente. ¿Se lo imaginan? Tal vez usted, incluso yo, y sobre todo algunos magacines, tenemos claro, clarísimo, quién lo hizo, y por eso no nos extraña que la gente que sale a las puertas del juzgado, que no es familia de la niña, envalentonada por el revuelo de cámaras que compiten por el mejor sitio para captar la mejor imagen, vocifera, insulta, llama hijo de puta a del Valle, a su mujer, una señora que parece en trance, a la hermana de Del Valle, y la policía ha de esforzarse para protegerlos porque la turba parece fuera de sí.
Con el mareante caso de Marta del Castillo pasa igual. La calle hierve y vocifera. Los platós, también. El viernes por la mañana hubo un momento en que todas las cadenas, y también La 1, tenían el piloto rojo encendido mirando a Huelva. ¿Había dictaminado el juez? No. Juan José Cortés, padre de Mariluz, subía la escalinata del juzgado seguido por una corte de familiares, entre ellos su madre, es decir, la abuela de la niña. Llegaban un poco tarde, pero es que había que atender las preguntas en directo de las aves que no descasan, que se afilan el pico a diario para poder llevarse la mejor tajada de carne, rica cuanto más putrefacta esté. En Antena 3, un ayudante de Susana Griso, que asistía con mucha complacencia a los desvaríos de su colaborador, decía cosas terribles mientras en pantalla aparecía el inculpado en un bucle de imágenes. El juicio ya está hecho, y por supuesto amortizado. Lo que dictamine el juez es irrelevante a efectos periodísticos.
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