La tele es un organismo vivo que se nutre y defeca, a veces a la par. Es una comunidad a lo bestia, una familia numerosa que sueña con platos exquisitos aunque la mayoría de las veces al cocinero le sale potaje para el pesebre, rancho incomestible. Hay ocasiones en las que, como en cualquier casa, se tira la casa por la ventana, se preparan carnes y pescados, y entradas, y postres, y se sirven vinos y licores, y turrones y dulces variados, y ese exceso cuesta lo que muchos no tienen, pero todo el mundo hace lo mismo, lo que sobró hoy se vuelve a poner en la mesa mañana, adornado o no como si fuera nuevo, pero no se tira. ¿Qué fue Juntos en Teleprisa el domingo, con cantantes que no pasarán a la historia de la música como David Civera, David de María, formando pareja con famosos de aluvión como Chabeli Iglesias y Víctor Janeiro? Nada, tele manida.
Por ahora, al menos hasta la vuelta al cole, la tele no se normaliza. Luego, Marta Fernández hará en Cuatro las mañanas que dejó en mínimos Concha García Campoy, que hará el informativo que hacía Hilario Pino en Teletrinque, que a su vez sustituirá a Javier Ruiz en Cuatro, que por ahora se va al paro. Hasta ese momento hay tiempo de repescar especiales, como el magnífico ¡Estamos contentos? de José Mota en La 1, que volvimos a ver el domingo. Todas las cadenas tiran de retazos, y montan programas con espíritu zapping, es decir, una curiosidad por aquí, un desastre por allí. Cada año, igual. La jerarquía católica, imbuida por el mismo espíritu, hace lo propio. ¿Escucharon a Rouco Varela –sin gafas de sol, esta vez- en la misa madrileña? Nada nuevo. Plato con sobras. ¿Crisis en la familia? Será en la cristiana, en las otras, la cosa va como Dios.
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